Resistencia contra la generación de un mundo vacío

martes, 1 de marzo de 2011


No simbiosis

Mirar a mi generación es mirarme a mi mismo, mirar a las personas de mi edad (sin importar el lugar del mundo de donde provengan) es ver mi reflejo, conversar con ellas es la afirmación que la nuestra es una generación sin creencias, sin sentido, sin ideales, mucho menos, sin principios, carentes de identidad.

Hoy se ha vuelto algo normal tener una desidia rimbombante ante casi todos los temas de interés respecto a la vida, la sociedad, etc, siendo suplantada bajo la fachada del hedonismo, el consumismo, la misantropía y actitudes degeneradas de personas que buscan hallar su lugar en un mundo materializado que ha desprovisto de horizonte a la generación actual, quitándole su capacidad reflexiva, su necesidad de rebelarse, su impulso a hacer diferente las cosas a los viejos que alguna vez fueron jóvenes.

Un ejemplo claro de esto se puede ver en la actitud casi compulsiva de las personas de hoy en meterse en la cabeza, en su psique que son diferentes, que no son “normales” porque esa palabra para la mayoría se ha vuelto una palabra negativa, censurable, aborrecible. Sin embargo, este solo es el reflejo de lo vacíos e insignificantes que estas personas en el fondo sienten. La negación de su normalidad a través de la adopción de imposturas decadentes que solo dejan entrever su falta de criterio, noción, así como la escasa capacidad de hallarse en un mundo que los necesita totalmente ausentes de los problemas que les rodean.

Una era sin promesas ni ilusiones

En una sociedad donde la política es la negación de todo, donde los conflictos sociales se sienten tan lejanos como el paraíso prometido por el dios cristiano, donde la pobreza es parte del paisaje urbano y sin embargo, la ciudad se oculta de ella refugiándose en diversiones y distracciones solo para olvidarnos del lado feo de ella, cuando lo importante se vuelve la mezquindad del espíritu y la devoción hacia todo lo que estimule el ahora mientras después y mañana, la soledad y vaciedad serán el eterno sosiego de todos y los demás. En un mundo así no hay mucho que pedirle a los jóvenes que se dejan arrastrar por una corriente tan atractiva, tan simplista, tan facilista, tan subliminal, pero tan poco reflexiva, y por tanto muy destructiva, intensamente corrosiva.

Las explicaciones para esto podrían ser varias, y las he mencionado extensamente en posts anteriores, así que ahora me remitiré a nombrarlas. Tales podrían ser la ruptura de la familia como institución tutelar, el surgimiento de nuevas tecnologías como el internet que ha modificado para siempre el modo de relacionarse de las personas, la sociedad del consumo, la falta de identidades nacionales, la mentira de la aldea global, la globalización económica que rige hoy con más fuerza que nunca. Para muchos estas podrían no parecer elementos que no influyan en el individuo, pero, sin duda que lo hacen, sin duda que han eliminado una parte consciente de las personas, sin duda que han moldeado la actitud de estas, sin duda que lo seguirán haciendo.


Yo como espejo

Yo, por ejemplo, creo ser un tipo consciente de lo que me rodea, de aquello que me afecta a mi como persona, como miembro de una familia, como integrante de una comunidad, como adherido de a una sociedad, como baluarte de mi nación. No por esto creo ser mejor a los demás, pero si estar en otro nivel de valoración en comparación al resto.

Los crolos metaleros

Yo soy alguien que disfruta y promueve la música metal, el metal extremo sobre todo, el black metal por excelencia, pero, y a pesar de formar parte de algo que a muchos les gusta llamar “escena” (sinónimo de identidad) lo cierto es que esta está conformada por sujetos que juegan a ser los más malos del vecindario, tipos que adorar figurar entre ellos como muy conocedores de un solo género, chiquillas que tras su apariencia de muy “bangers” solo pueden dar fe de lo que sus amigos y novios les hicieron escuchar, que tras sus afanosas afirmaciones de maldad, la mayoría no sabe de la vida más allá de un somero beso de fin de semana, de borrachos que piensan que mientras más alcohol su cuerpo pueda retener les hará más TRUE ante los demás, muchachos que tienen la idea que la exageración del negro es la verdadera esencia del metal, chicos que piensan que llevar sus complejos familiares, sociales, sus traumas insuperables al metal es lo correcto para ser un verdadero metalero. Cuando uno está dentro de ese ambiente, se puede dar cuenta que el metal se ha convertido en un club privado para monos que nada tienen que ofrecer y mucho que ostentar, como símbolo de su sentimiento de inferioridad. En verdad son pocos los que están más allá de estas restricciones, cuyo compromiso verdaderos se enmarca en un mensaje concreto, en el apoyo a la mal llamada “escena” de ser consecuente con lo que se dice, y no tanto con lo que dicen se debe ser.

Los nenes de la oscuridad

Los góticos son otros sujetos escasos de personalidad que juegan a ser los niños sensibles y oscuros que nunca podrá ser. Aquellos que siempre anhelan ser tan vampíricos como el mito de Elizabeth Bathory o Vlad Tepes, de beber sangre cuando la única sustancia de dicho color que han llegado a saborear es la Kola Inglesa o la gelatina Universal. Si los metaleros se esmeran por parecer malvados, anticristianos y muy satánicos, los góticos se esfuerzan por ser los más “freakis” del rebaño. No es muy importante para ellos quien sea el más tétrico y vampírico como si aquél que tenga los gustos y preferencias más “bizarros” de la camada. Aún recuerdo que alguna chica de esta “cultura” se esmeraba en decirme lo diferente que era del resto, de lo “rara” que era por sus gustos y todo lo demás, incluso llegando a contarme sus inclinaciones necrofilicas y los orgasmos que, según ella, logró alcanzar con dicha práctica. U otros que les encanta decir que han estado en rituales, pactos, cementerios a la caída de la medianoche o, lo más estúpido que escuché, dormir en ataúdes, si claro, seguramente estos tenían la tapa abierta y las luces encendidas.

Los pijos caviares

Los izquierdistas del presente son otra muestra de ello. Chiquillos que juegan a tener conciencia social, mozalbetes que hacen de la cháchara política un oficio para wimps y posers, personajes cuyo cuco, el neoliberalismo, es el mal eterno de toda la humanidad, el monstruo que acecha sus camas caviares por las noches. Sin embargo, en sus tertulias uno no encuentra un ápice por buscar una solución a los problemas que el demonio neoliberal ha causado al mundo. Pura crítica, pura reseña, pero ninguna propuesta. Los caviares, o izquierdistas modernos, son sujetos sin identidad que a pesar de echarle pestes al sistema imperante se regocijan de términos tales como aldea global, mundo globalizado, que es una consecuencia del conjunto de modos que ellos, supuestamente aborrecen. En otras palabras, su contradicción y falta de identidad es tal que mientras blasfeman contra todo el mundo, se regocijan al ver mundo “pluralista” donde las culturas e identidades se han perdido por completo. Y tanto para que terminen teniendo los mismos vicios que cualquier niño burgués bien criado y educado. No entiendo, es un sin sentido total. Ser un izquierdista es un sin sentido fatal.

Los radicales sin discurso

Los niños que se hacen llamar tan ligeramente fachos, fascistas, NS, son tan repulsivos como los caviares antes mencionados. En el fondo, tengo la rara seguridad que estos niñatos se toman con poca seriedad lo que dicen ser, usando modelos de falsa radicalidad para creerse diferentes, mejores que los caviares, mejores que los demócratas, con inconsecuencias ideológicas que no tienen ni pie ni cabeza, y, en la mayoría solo son grabadoras que repiten un mismo disco rayado sin asumirlo, pensarlo, examinarlo, ni mucho menos formularlo o ampliarlo. Así como se ha vuelto una válvula de escape creerse defensor de la libertad, de la justicia social y demás, del mismo modo, es una moda, un escape al vacío emocional intentar ser un antisocial, un renegado, un radical de radicales, cuando lo único que resultan son fantoches sin criterio repitiendo a los amigos de la misma índole lo que les gusta oir. Ese tipo de radicales solo demuestran su ignorancia, estupidez y mendicidad mental a través de sus palabras, porque, al igual que los caviares, ellos nunca actúan, solo hablan, al igual que todos los de mi generación (yo incluido) solo hablamos, más no actuamos.

“Revuelta contra el mundo moderno”

Por eso, este post contiene, en cierto modo, una especie de rebelión contra el mundo moderno, porque si bien la incultura y la falta de identidad corrompen y degeneran en actitudes y posturas mutantes, así mismo, los bastiones del pensamiento también han sido banalizados hasta dejarlos en un mero cascarón de complejos, de ideas trilladas que no permiten una verdadera reflexión. Ese es el mundo de las estanterías que el planeta entero quiere hacernos creer como el único posible de querer, cuando lo único real es la manera como afrontamos el hecho de ser una generación sin norte ni sur.


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