Los peruanos de estantería y su patriotería de dos ferros

domingo, 5 de febrero de 2012


¿La polémica?

El Perú está en boca de todos, eso es un hecho, es algo que nadie lo puede negar y que a ninguno de los 30 millones de peruanos molesta, y ¿a quién no? Que la patria de uno resuene en todas las partes del globo es algo bonito, algo que te hace sentir feliz. Una de esas cosas, una de las primeras cosas del Perú que está dando tanto de qué hablar es la gastronomía. Si, claro, todos sabemos que esta es deliciosa, pero ¿desde cuando somos conscientes de ello? ¿Acaso la gastronomía representa o es parte de ese sentimiento nacional al podríamos definir como “nacionalismo”?

Hace poco, un escritor de origen peruano llamado Iván Thays publicó en su blog de un diario español una reseña sobre un libro en relación a la gastronomía peruana. Este escrito hubiera pasado desapercibido si es que el personaje en mención no se hubiese atrevido a escribir unas líneas controvertidas en relación a este ítem dentro de nuestro país al calificarla de “indigesta”, “poco saludable” y demás adjetivos que, en resonancia en nuestro suelo, no hizo mucha gracia crispando los nervios a esos que hoy se sienten “orgullosos de ser peruanos”.

Un escritor fuera de foco

Primero que todo, en mi opinión, Iván Thays es un escritor snob, no se puede esperar algo sesudo respecto a lo que podría decirse la nacionalidad y sus elementos (y con esto no intento decir que se construya nacionalidad en base a un tema como la gastronomía), por tal, comentarios así no me sorprenden ni me extrañan. Segundo es que el artículo, aunque burdamente, tiene un par de verdades que es menester señalar.

Por ejemplo: “Cada vez que alguien habla de la fama de la comida peruana en el mundo, pienso en las carencias de un país necesitado del reconocimiento extranjero para sentir respeto por sí mismo” y es algo totalmente cierto. En un país sin una identidad propia, menos aún bien definida es algo casi natural que se necesite del reconocimiento y la aprobación de otro, en este caso, del resto del mundo, para sentirnos orgullosos y solemnes respecto a algo, así esto sea de la menor importancia para el espíritu nacional. Thays no miente en eso, sin embargo, su análisis viene, paradójicamente, de su incomprensión acerca del Perú.

Y esto queda mucho más claro en la respuesta que dio días después de todo el revuelo hecho en el Perú tras lo publicado en su blog donde dice: "Si hay algo más indigesto que la comida peruana es el patriotismo de parroquia. Esta bulla mediática demuestra que el llamado "boom" gastronómico peruano no es ese elemento unificador de halo místico, generoso, sentimental y mestizo que se nos ha querido vender sino, al contrario, un elemento marginador, que exacerba el peor nacionalismo y las reacciones intolerantes, machistas, homofóbicas y chauvinistas de los peruanos que firman sus comentarios como "cholo soy"" Tahys, muestra un enojo por las críticas, las cuáles han sido todo menos alturadas y muy huachafas, dicho sea de paso, pero también es cierto que con este párrafo el escritor deja en claro que no cree en la nacionalidad ni mucho menos en la identidad nacional de los pueblos, que existe y persiste, muestra de ello es que la palabra “nacionalismo” la asocia a una serie de adjetivos negativos tales como “intolerante”, “machistas”, “homofóbicas” e, inclusive, llega a la confusión al hacer ver como iguales conceptos el nacionalismo y el chauvinismo. Nada más alejado de la realidad.

Sin embargo, y en otro párrafo de su respuesta, el novelista vuelve a escribir algo interesante y en lo cual, el redactor de este post asiente con total claridad, aunque claro, mientras él hacer ver el nacionalismo igual chauvinismo, quien escribe lo entiende a su modo y segmenta y cita como un ataque a esa patrioterismo peruano de dos ferros con lo siguiente: "Disentir de ese símbolo patrio recién parido que es la comida peruana merece el repudio y el amedrentamiento verbal, como solo se supone que debería ocurrir cuando uno arremete contra los símbolos patrios o religiosos en las dictaduras fascistas o el islamismo. ¿Es de eso de lo que los peruanos se sienten orgullosos? ¿De haber convertido al anticucho en nuestra esvástica?" pero, una vez más asocia, erróneamente, estos elementos de chauvinismo más fofo y marketero asemejándolos con palabras como “fascistas” o “islamismo”. Thays, vuelve a confundir criterios dejando en claro su desprecio hacia todo lo que simbolice nacionalidad considerándolo algo reprochable y siempre emparentándolo con acepciones consideradas como “negativas”.

Peruanos de estantería

Pero lo de Thays no pasa por ser un punto menor porque, al final de cuentas, es una opinión de muchas tantas, no por haber nacido en este suelo está obligado a que le guste y decante la comida preparada en su país de origen, si apelamos al dicho de “para gustos y colores no han escrito los autores” entonces uno puede entender mejor las cosas, es simplemente eso, gustos y nada más, ellos no representan una totalidad porque están al criterio de quien así los quiera aceptar como que no. Visto desde ese punto, lo escrito por el novelista resulta solo algo digno de una breve mención. Lo peor es la reacción tan pacata y rastrera de la mayoría de las personas en este país.

Esos son los “peruanos de estantería”, esos sujetos que, sin una identidad propia, sustentan su nacionalismo en cosas superfluas como la gastronomía, algún logro en el extranjero, un Grammy otorgado a algún peruano, etc., entonces estas cosas se convierten en íconos, vacas sagradas que no se pueden tocar, que no se pueden juzgar ¿por qué? porque están avaladas por personas de una debilidad y poca fortaleza moral que no aceptan un cuestionamiento sintiendo un enojo en lo que ellos creen refleja su “peruanidad”, pero eso es solo el reflejo de su lado más inestable e inseguro el cuál busca mantener intocable su interior status quo, un status quo interior levantado sobre premisas falsas, sonsas, sin una tradición ni una idea fuerza que las solvente pues estas son parte de esa gran ramera que es la globalización que, en su afán por destruir toda identidad nacional, busca poner todo en boga, de moda y venderlo al mejor precio deformando así todo la tradición, historia y cultura de nuestros pueblos reduciéndolo todo a un mero estante de tienda comercial, un producto consumible, y nada más.

Ese es el “nacionalismo” de los que mucho se sienten orgullosos y amplia desfachatez salen a defender, lo muestran sin tapujos como una constatación de que ello los hace más peruanos, más blanquirrojos, que portar un polo con el logo de la “MARCA PERÚ” los hará más peruchos, que esto es una prueba de su patriotismo, de su amor por su patria, cuando no entienden que son solo una demostración de modistas que son al sumarse a ese carro que está haciendo que el Perú sea vendible así como se comercia con una banda de rock, una ropa costosa en una Passarella, no se dan cuenta que su patriotería es más la actitud de un consumidor ansioso y desesperado que la actitud del nacionalista menos convencido.

Las dos caras de una misma moneda

Este impasse ocurrido entre el patrioterismo de dos ferros de los peruanos de estantería contra Iván Thays demuestra dos tipos de pensamientos dentro de la sociedad burguesa globalizada:

Por un lado, Thays podría, perfectamente, representar ese sector de la sociedad (sin mezclar clases sociales, hablamos de ideas y pensamientos) que ve como algo negativo al nacionalismo como un ente negativo, del pasado, de retroceso dentro de la comodidad del pensamiento burgués globalizado y muchas veces seudo revolucionario, de la aldea global, de la idea de la condición igualitaria de todos los seres humanos, donde todo lo que represente un esbozo vehemente (válido o no) de nacionalismo es repudiable; y el otro que, calza inequívocamente dentro de esas personas que, instintivamente, ansiosas de encontrar una identidad se aferran a cualquier tótem, por más absurdo que este sea, para, a partir de allí construir algo con lo que puedan sentirse identificados creando, sin embargo, y sin darse cuenta de una aberración de todo aquello de lo que signifique una identificación con algo más grande y supremo que nosotros mismos. Esa exacerbación amorfa de la nacionalidad bien podría llamarse chauvinismo, pero también le sentaría excelente algo como “mercantilismo nacionalista”.

En todo caso, ambos espectros antes mencionados no son más parte del mismo sistema que hoy impera, que hoy nos quiere hacer creer que las identidades naturales de los pueblos son cosa del pasado, que las naciones no existen pues son, únicamente, líneas imaginarias creadas por el hombre pero, cuán errados están pues el nacionalismo es lo más natural e inherente a todo ser vivo, es la base de toda persona en su formación y crecimiento espiritual - cognitivo, es el sentido de pertenencia, de territorialidad, de defender y sustentar su propio espacio, sus particularidades y aquello que lo configura como “su espacio”, pues hasta los animales lo sienten: solo basta ver como estos demarcan su territorio y como lo defienden de cualquier invasor sea de su misma especie o no. ¿Cómo negar, cómo querer destruir algo tan implícito al ser humano como el acto sencillo y crucial de respirar?

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