Qué sensación de desamparo esta que me alberga. Hay noches que habitan la negritud de la oscuridad y se expanden por todo mí ser, son de esos oscuros encuentros con la nada que reside en el interior, esa que siempre buscamos negar pero sabemos de manera inherente que está allí.
Estoy parado, estoy sentado sobre un ordenador ¿acaso el mundo espera por mi? ¿Hay un cielo abierto en medio de las nubes que aguarda en una lista mi llegada para firmar alguna letra que ratifique que no debo estar más por acá? ¿O es que acaso deberé esperar a que la tierra se abra debajo de la suela de mis zapatos y dejarme caer en los más hondo del sin sabor de la vida, a un centro sin sentido que me diga que aquí o allá todo será lo mismo, que existe un vacio crepitante que me mata el alma y frustra mi sexo?
Calles grises, personas grises
No puedo caminar por estas calles grises cuando todos a mi alrededor me parecen de una especie distinta a la mía; me siento tan humano que no puedo soportar mi propio espíritu de saber a la gran mayoría como cualquier ser menos un humano; no lo se, no se, no entiendo. Es entonces cuando pienso que la vida, existir es una falacia, una mentira, solo una chispa de algo que no estoy destinado a comprender por más que busque en libros o medite acerca de ello. Entonces la opción me sabe como “dejarlo irse y ya” pero no estoy seguro de ello, no suelo dejar las cosas que no entiendo, que me martirizan los sentidos, la vida me martiriza, quizás por eso no la deje escaparse de mi vista.
Joel y los días
Inútil es tratar de congeniar con la banalidad de los días transcurrir, estoy obsesionado con ello, con los días, las horas, los meses, los años porque, al final de cuentas, si me pongo simplista, la vida son solo días, meses, años, ideas y actos, nada más, visto desde esa perspectiva no es mucho lo que se gana, tampoco es poco lo que se pierde. No se.
La no importancia de ser Joel
Mi espíritu sea purificado, eso quisiera, eso anhelaría. Cómo duele tantas veces ser yo mismo, cómo perturba tener la característica emocional que me representa, no podría agradecer por ello como tampoco lo haría por el sol hijo de puta que cae sobre mi espalda, que me recuerda con cada abrir y cerrar de ojos lo tortuosa que puede volverse una sensación, un acto, un episodio, una emoción que brota, que se respira en el aire, que se expande y que ahora se para imponente para darte esa cachetada de vida de esas que ellos te dijeron antes te tocaría.
Yo recuerdo que antes sonreía menos pero me sentía mejor, ahora que sonrío más pero siento que me falta tanto, que deseo tanto, que anhelo mucho y tengo poco, pero ¿qué es todo ello? Ya no lo se. Es que siento que mis formas se han modificado, muchas veces pienso que ha sido para peor, otras varias que no, que han sido para avanzar y ser mejor que yo, y muchísimas otras no se si ha sido algunas de las dos.
Una vieja y mal-sana compañera
Depresión constante me alberga desde años que no puedo identificar, no busco el refugio sobre alguien que me lo pueda dar, la idea es deshacerme de mi mismo en mis formas obtusas. No puedo congraciar con nadie mientras no congracie conmigo, poco a poco como diría Noel, todo se puede, pero cómo duele lograrlo, como te cuesta llegar a ello, cuán desgarrador puede ser al alma mía conseguirlo, a cuántos y cuántas debería dejar atrás para ser yo quien en verdad todo mi ser conspira por ser. Esa es otra interrogante que aún no puedo conocer, pero y solo quizás si entender.
Una pluma descontenta
Hacía mucho que no escribía algo, hacía mucho que no me dejaba llevar por las inquietudes de mi espíritu. Si, suelo lastimarme a mi mismo a nivel emocional, tengo la idea masoquista que de ese modo podré entenderme mejor, que solo así podré aspirar ser alguien mejor que yo mismo sin buscar a otros como modelos, porque no hay nada peor que querer ser alguien que no seas tu mismo (preferiría suicidarme a que esto sucediera), sin embargo, eso es algo complicado, inclusive para mi, un ser humano cuya naturaleza es ambivalente, buscar el conocimiento la autosuperación a raíz de ello tiene un costo emocional, de la autodestrucción (dada la sociedad en la que habito) te pasa factura cuando menos lo esperas o cuando más vulnerable estás, como yo en estos tiempos, en estos momentos donde todo parece no afectarme, cuando mi indiferencia atorrante es la muestra que estoy susceptible a nada y a todo, cuando mi depresión es una manifestación de esto y aquello. No me duele dejar a nadie atrás, es parte de la vida, como si me duele hacerles sentir mal por ello, porque en el fondo no es que quiera, pero es que debo hacerlo, así que me voy porque siento que ya se acabó, que ya acabaron conmigo o que ya acabé con ellos.
Noches inútiles
Hay noches en que me he dormido deseándole la muerte a mucha gente, no puedo decir lo contrario, pero luego me pongo a pensar que eso es tan egoísta y maricón, entonces, recapacito y prefiero deseármela a mi mismo en vez que a otro. Morir no es tan malo supongo, no me da miedo morir, mas si como habría de morir, el dolor previo al final me tiene en vilo, me trauma, me quiebra la voz. Soy cobarde, lo se, pero a pesar de ello, de esa cobardía y amariconamiento no he dejado de ir y supongo que será lo mismo cuando esa mano negra se acerque a mi para advertirme que solo me queda unos minutos antes de desvanecer mi espíritu de esta tierra matinal y llena de sin sabores y olores a amor y ternura. Pero supongo que en el fondo, aunque mi naturaleza sea triste, nostálgica, solitaria, ambivalente, alterada y dulce, no deseo sino cumplir mi ciclo y luego ser nada.
Esta es una noche que no quiero recordar, es cuando un ordenador se vuelve mi confesor, un Word mi penitencia, un post de absolución, que diera yo por tener un confesor en carne y hueso, pero siento que lo que alguien pudiera decirme es tan insuficiente que yo mismo lo habría dicho mejor, las buenas intenciones en ese plano para mi no importan si no tienen la fuerza para hacerme pensar lo contrario.
Hay noches que no puedo entender lo que escribo, solo lo escribo.