Pininos
Cuando púber, recuerdo que aún tenía influencia de otros estilos musicales de tinte tropical, lo admito, me gustaban, pero reconozco o, mejor dicho, analicé después, que estos no significaban para mí, que no eran parte de mi personalidad que, si estaban dirigidos a un público específico, un target, ese target, definitivamente, no era yo.
Fue esta inconsciente premisa juvenil (luego hecha razonamiento) la que me llevó a experimentar con nuevos géneros que no solamente hicieron mover el esqueleto, sino que produjeran un efecto revitalizador en mi persona, que no fuera la monótona canción de amor que, resulta ser la misma chola pero con distinta pollera. NO. Estaba harto de eso. Fue entonces cuando me topé con al sonido ácido del rock.
Mi primera banda de rock la cual pude degustar fue Oasis. Esto se lo debo a mi primo mayor que, creo, aún es un hincha de estos británicos (que dicho sea de paso están próximos a tocar en el Perú, pero de ellos no me da la gana de hablar, ya que tanto posero se cree ahora conocedor de la música de los hermanos Gallagher) reconozco que al principio no me enganchó eso sonido extraño (en ese entonces extraño) y hasta me aburrió pero luego de repetidas veces le fui agarrando la onda a esas tonaditas algo estridentes en aquél entonces para mis incautos e ignotos oídos.
Sin embargo, recuerdo que otro disco, de parte de ese mismo primo llegó a mis oídos: Nevermind de Nirvana. No se si me gustó, pero si recuerdo que me pareció demasiado alocado, mucha bulla para mí recuerdo haber pensado. No le presté mucha atención, pero debo reconocer que no me desagradó del todo.
Pero, y siempre me pregunto esto, sentí fascinación entera por una banda de relativa novedad en cuyo video una bala hacía un recorrido loco y desenfrenado en tantas dimensiones; era Korn y quedé cautivado. Sin entender mucho a lo que me estaba metiendo, comencé a darme cuenta que quizás este tipo de música, en verdad, era lo mío.
Cambio radical
Poco a poco comencé a dejar de lado esos gustos tropicales que ya me dejaban de importar. Al lado de estas nuevas bandas, aquellas orquestas perdían fuerzas junto con sus letras de amor superficial, exudación de la cursilidad y tantos estigmas que dichos géneros comenzaron a manejar. Ya no lo sentía mío.
Pronto llegaron a mi nuevas bandas: entre ellas dos que marcaron mi manera de entender la música y que, en parte me ayudaron a entender lo demás que vine a escuchar: me refiero a Rage Against the Machine y, la más importante de todas hasta la actualidad, Pearl Jam; Banda que me enseñó que el goce musical podía condensarse en una sola canción, ser tan estridente, densa, tensa, nerviosa, desesperada, depresiva, armoniosa, como tierna, cálida, sentimental y fundamental. Fue ese, esos momentos, los que me hicieron entender que esta másica, los sonidos generados por guitarras eléctricas distorsionadas aunadas a voces carrasposas, gruesas, mínimas, altas, violentas, cariñosas, que hablaban de la muerte, de la soledad, de la depresión, la incomprensión, la porquería que resulta ser la sociedad, el mundo en el que uno tiene que desenvolverse, que no todo es tan bueno como lo pintan, que tampoco todo no es tan malo, que puede irte una mierda hoy pero mañana podría ser mejor, que puedes mandar todo al diablo sin necesidad de sacar el dedo medio, que existe algo más que la basura que todos te dicen que debes hacer “porque así es la vida”. Eso lo escuché, lo pensé, lo comprendí y lo adopté.
De pronto, me sentí un tipo distinto. Ni las ideas políticas que por entonces profesaba ni nada moldearon tanto mi visión como aquellos tracks entre tres a cinco minutos e incluso más. Me sentía distinto (aún me siento así) que no pertenezco al gran conglomerado que van a la corriente, no es que sea un radical, pero no veo las cosas igual que el común de la gente, el rock me dio eso y toda la vida le estaré eternamente agradecido. Ya no era parte del vulgo (es sin ofensa esta frase)formaba parte de otra sociedad, quizás no agrupada pero si identificada por ciertas afinidades, sobre todo musicales; en tanto aquella música que en un momento, por seguir las modas, escuché comenzó a producirme escozor en todos los sentidos posibles; pasé a detestarla hasta no decir más. ERA BASURA y ante esa concepción no había dentro de mí negociación alguna. Debo admitir que mientras más me introducía en el rock la actitud que tomaba era la correcta, odiar a lo que no sonara a rock, etc y ya se imaginarán a que géneros me refiero. Me cerré, y quizás eso duró un par de años.
En tanto seguía metiendo a mis horizontes musicales nuevas bandas, entre ellas, una que nunca me defraudó fue Tool, una banda de metal progresivo que no solo era una experiencia musical de principio a fin por su complejidad, oscuridad y misticismo; era, a su vez toda una propuesta visual muy compleja, atrayente y visceral que se veía reflejada en sus videos y presentaciones en vivo.
Experimentando Sonidos
Debo decir que estos descubrimientos no hubieran sido posibles sin un lugar muy querido, especial e íntimo para mí en lo que fue el final de mi adolescencia y que se mantiene hasta el día de hoy: las Galerías Brasil, sin haber concurrido a este lugar jamás hubiera tenido el amplio acercamiento musical que tuve y tengo todavía a casi todos los géneros.
A pesar de ello, yo no me sentía del todo contento con lo que escuchaba, no porque no me gustase, todo lo contrario, me fascinaba, pero necesitaba algo más, en ese entonces, es decir del 2002 hasta el 2004 quería cosas nuevas y si eran mucho más fuertes, pesadas, mucho mejor. Fue así como hice mi incursión en el Nu Metal caleta, el cual fue una experiencia agradable pero poco duradera pues pronto me olvide de aquellas bandas que aún compraba en cassette pero luego ni siquiera acordarme de ellas en mi era del Cd. De esas bandas recuerdo a Flaw, No one, Deftones, entre otras.
Sin embargo, a la par que estaba con este modismo del Nu Metal, otro bichito me picaba en las entrañas: el Metal, ese género blasfemo y controvertido dentro del rock que es tan radical que solo lo amas u odias, sin medias tintas. Recuerdo sentir mucho interés por bandas como Metallica, Iron Maiden, por nombrar a las más conocidas, pero, y como ocurrió con el caso de Korn, me llamó la atención otra banda aún más extrema dentro del Metal. Cannibal Corpse. No es que me gustase, es más a los 16 o 17 años, esa música me producía miedo, los escalofríos eran tales que cuando pedí escucharla fue después de haberlo pensado muchos días temiendo que algún demonio o que se yo se apoderara de mí. Claro, eso nunca pasó y la banda me encantó. Esa fue mi incursión sin pasar por Black Sabbath, ni Metallica ni mucho menos por Iron Maiden hacia el Metal Extremo, de golpe y, hasta ahora, el metal extremo es uno de los géneros que más adoro.
Línea Dura
En tanto, mi actitud hacia la música pop y tropical se volvió mucho más recalcitrante. Para cuando ingresé a la universidad en 2004 yo calificaba a las personas de acuerdo a dos criterios básicos en ese entonces para mí: su manera de pensar y la música que escuchaban. Admito que mi extremismo respecto a la militancia musical y la tozudez de mi pensamiento de izquierdo hicieron de mí un ser cerrado que rechazaba a aquellos que no pensaban como yo o que no tenían la misma afinidad sonora. Eran mis premisas. Aún tengo esos criterios en cuenta, pero aquellos no son los únicos a la hora de escoger amistades.
Era reservado (coño, aún lo soy) pero en ese entonces más que reservado, pienso que cerrado, sectario, calificaba a otros de sectarios pero yo también lo era, no a un grupo de amigos o compañeros, porque nunca he sido de esas idioteces, era sectario con mi línea dura de pensar. Recuerdo que los dos primeros ciclos de universidad me la pase relativamente solo, claro, andaba con alguna gente, pero andaba ensimismado en mi música, mis ideas, mis libros y lo apestosos que eran los demás que todo lo veían fiestas, mujeres y tragos, aún detesto esa manera de llevar la vida, pero no con tanta militancia como antes (será que ahora simplemente me importa un pepino lo que los demás hagan en tanto no se entrometan conmigo o los que quiero) Para el tercer ciclo y hasta el sexto me la pasé estando con todo y a la vez con nadie. En fin, andaba con ellos porque me caían relativamente bien, pero era cuestión de unos momentos, siempre me iba temprano porque me aburría rápido de sus conversaciones aburridas y sin sentido para mí. Cuando con los compañeros nos sentábamos ellos conversaban y yo, siempre atorrante, me ponía mis audífonos para escuchar un disco brutal en mi discman, de lo contrario me ponía a leer cualquier cosa que tuviera a la mano. No participaba de sus chismes baratos ni de su infantilismo festivo. Eran y siguen siendo realmente patéticos.
En esas condiciones me encontraba, me encontraba solo, me sentía solo, buena parte del colegio me la pase de la misma manera, estaba allí haciendo presencia, haciendo chacota, pero a la vez estaba en otro lado. No me importaban. En la universidad igual. La diferencia es que en ese entonces yo si quería pertenecer a un grupo, cuando en la universidad, me interesaba un carajo hacerlo, esa actitud me dio el rock, y se la agradezco, aunque por ser algo novedoso empezó de una manera cerrada, obtusa, introspectivamente sectaria. Todo lo que devino en mí fue de la música, del rock, en su mayoría.
Grunge Revolution
Pronto. Para el 2006, yo andaba casi por los mismos rumbos y no había cambiado mucho de personalidad ni musicalmente. Aún me sentía un sectario (sin reconocerlo) aún era un bagre izquierdoso. Pero las cosas cambiaban de a poco, ahora comencé a interesarme por ese género que tanto me cautivo tanto: el Grunge, no es que recién lo escuchara pues ya tenía en mi saber bandas como Pearl Jam, Nirvana, Soundgarden, Alice in Chains, Mad Season, pero pronto con bandas como Screaming Trees, Mudhoney o Melvins vino un interés renovado pro este género tan especial que calaba tanto con mi personalidad, que podía ser abismal, destructivo, depresivo, íntimo, espontáneo, chacotero, huevero, ácido, brutal y hasta cálido y cariñoso. Eso me cautivó. Saber que había más haya de la música, que fue un movimiento de jóvenes con actitud nihilista dentro de una sociedad que idolatraba el consumo, la belleza, la estética, aparecen estos tipos que eran todo lo contrario, la voz de una generación en la que siempre me he sentido y me sentiré identificado. La época en la que me hubiera gustado vivir la juventud, Seattle a finales de los 80 y comienzo de los 90. Tiempo idílico, cuando la música recobró esa pasión, sentimiento y contundencia que los apestosos 80 se encargaron de putear. Mi afición por el Grunge que tenía una consigna, aún la recuerdo bien: “Salvo el Grunge y la Revolución, lo demás es efímero”.
Nuevos Aires
Era ya 2007 y mis horizontes cambiaban, mi sectarismo iba cediendo a la realidad que no todo es blanco o negro, que también la tolerancia puede permitir un goce amplio sin restricciones de lo que debiera ser la música: un placer universal. Claro, esto no quiere decir que me comenzaran a gustar, nuevamente, esos géneros tropicales, nada que ver, con el tiempo comprendí que esa música no me gusta, pero, de a pocos, dejé esa aprehensión a ultranza que sentía para dar paso a un sentimiento más moderado, tolerante.
Del mismo modo, en el mismo período, 2007-2008 mis ideas de izquierda jurásica, esas ideas que no parecen renovarse, que parecieran enclaustrarse en solo cuatro pensadores y basar en ellos todo el giro de la historia política y social de la humanidad me comenzó a parecer insuficiente para mí, para mi manera de ser tan experimental, tan variable, tan propensa a buscar más que cuatro libros. No me hice de derecha, ni de extrema, pero comencé a ver las cosas con otras madejas que, a mi criterio requiere la sociedad actual, moderna, cosmopolita, con inclusión social, para todos, sin discriminación, el respeto al ecosistema natural del cual dependemos todos. Claro, no tengo la respuesta a esos problemas fundamentales, pero no creo que el mercado maldito, corruptor, ni las huelgas estúpidas, ni las consignas estancadas en el pasado, ni la estatización sean la solución para los problemas del mundo. Es más profundo que unos imbéciles que escribieron libros, más que unos economistas estúpidos que se creen los “menes” del mercado. Es todo y a la vez es nada. En este período conocí nuevos géneros como el rock industrial, el indie, el shoegazing, el sludge metal, noise rock, power pop, stoner rock, entre los que más recuerdo.
El Amanecer de la Oscuridad
No se cuando empezó este cambio, pero se dio cuando encontré a uno de mis cultos mórbidos a ultranza mortal: el Black Metal.
Ese sonido sucio, de guitarras asquerosamente distorsionadas, rápidas baterías, voces guturales salidas como del mismo infierno en harto clamor, dolor, sufrimiento, veneración al culto pagano de la muerte. Ese sonido macabro fue lo que impacto. Era una época oscura para mí. Ya casi todo lo que había que escuchar de Grunge lo escuché (pues este género no existe más) y llegó el Black Metal con cinco bandas importantes para mí que, a mi entender, sin ellas, el Black Metal no es lo que es. Mayhem, DarkThrone, Burzum, Emperor e Immortal. Escuchar y entender a estas bandas es el background necesario para proseguir con el Black Metal en general. Todo lo que las demás hagan está basado en lo que estos cinco demonios noruegos hicieron.
Confieso que para atreverme a escuchar Black Metal tuve un proceso parecido al que tuve cuando me decidí a escuchar Cannibal Corpse; primero por la implicancia que le da el Black Metal al tema satánico, pagano, la muerte, vampirismo, dolor, misantropía, el sufrimiento extremo, la depresión irreparable. Pensaba, tontamente que me maldeciría (vale, quizás no es exacta esa idea, pero es una buena metáfora) y sin embargo, me aventuré, y aún sigo aquí, disfrutando cada maldito álbum de ese género tan controversial, excelentemente pensado, porque eso es el Black Metal, transmite, exactamente, el sentimiento exacto a lo que buscas en él, en ese sentido no me ha decepcionado.
Creería cualquiera que escuchar, uno de los géneros más extremos que la música hasta la actualidad ha parido me haría otra vez un sectario, como en antaño. Todo lo contrario, estas músicas, estas bandas me han ayudado a darme cuenta que hay cosas más amplias en el mundo, que en verdad es muy estúpido hacer partido a ultranza por una banda, una ideología habiendo problemas más graves, situaciones más importantes. Eso me ha enseñado el rock, sobre todo el Grunge y el Black Metal. Para unos será estúpido que la música te enseñe algo, es que quizás esas personas vean en la música una mera distracción de fines de semanas, quizás no pasen que los éxitos del momento en la radio o quizás llene su cabeza con similares canciones de amor que poco o nada tienen que aprender, y mucho menos pensar.
Por un buen Sendero
Ahora me veo como una persona mucho más abierta, más realista, aún con ideales, que maduro de a pocos pero a pasos seguros, confiado que no seré otra vez un patético sectario, ni un tarado que con cualquier cosa se deprime, la vida es difícil y eso es lo bello de ella, quisiera morir si todo fuera color de rosas, me aburriría a horrores. Estaría mejor dos metros bajo tierra si todo fuera felicidad, paz y amor en el mundo. ESO EN VERDAD ME MATA DE ABURRIMIENTO DE SOLO PENSARLO.
A veces veo a algunos chicos, la mayoría no llegan a los veinte años y son cerrados mucho más que yo, con un pensamiento totalmente errado, centrado en sus ideas utópicas, ensimismadas en fantasías musicales, obtusos a nuevas ideas salvo las que ellos creen son las que no son “poseras”. Los entiendo, porque me hacen recordar a mí a su edad y, ahora que estoy cerca de cumplir los 24 solo espero que sigan disfrutando de sus bandas favoritas pero con una perspectiva más amplia de la vida pues, ser fan de un grupo o género no quiere decir que eso sea lo mejor del mundo pues, como casi todo en la vida humana, es una cuestión personal, subjetiva, lo que para mí puede ser la mejor banda para otro puede ser, simplemente, una mierda total. Eso lo llegué a entender y, aunque parece una premisa fácil y sencilla es, en verdad, algo muy complicado de llegar a aceptar.
Este post, algo largo, lo admito, para aquellos envidiosos que dicen que escribo demasiado (si me estás leyendo, ya sabes que te lo digo a ti, aún así eres mi amigo, lo sabes) lo he hecho en parte pensando en aquellos chicos que me he encontrado en mis habituales andanzas por Galerías Brasil y cuyo pensamiento aún se encuentra enclaustrado por la fascinación por el género al que se adhieren. Será que los he visto tanto que me han hecho recordar a mí y por eso me animé a escribir este texto, no por hacerles una crítica, sino esperando que puedan sentir el goce de escuchar una canción lejos de aquellas etiquetas estúpidas como “Yo soy Black, yo soy Death, yo soy Thrash, yo soy Grunge, yo soy Indie, yo soy Punk” uno debe escuchar lo que le gusta y punto. En eso se basa la música, es un elemento articulador, que corta esos lazos que tanto nos encargamos para hacernos diferentes, iguales o inferiores. La música es un arte, y todo arte, por más extremo que este sea esta llevado a ser un elemento social de integración entre sus miembros y de comprensión de aquello que nos es ajeno, no de disgregación.
P. D. pero eso si. MUERTE A LOS POSEROS!!!!!