Es una sensación rara, extraña, pero conocida la que desde hace un par de días me embarga hasta el punto de embriagar mis sentidos con esa sustancia de nulo sabor, llena de subliminal sensación, que estimula tu cerebro y te hace pensar que la belleza proviene de ese músculo llamado “corazón”.
De estos veranos ya han pasado tres desde la última vez que experimenté una sensación tan apabullante, tan inmensa, superior en grandeza y nobleza a mi ser entero. Desde aquella vez en que sentí flotar mi esencia en los bizarros pero siempre fantásticos enlaces y conexiones que los sentimientos producen en el ser humano.
Para ser honesto, la sensación no me la produce una mujer que hace poco haya conocido, sino una que siempre parezco volver a conocer una y otra vez, a quien siempre encuentro cada vez más adorable, más hábil, más lúcida, tan despistada al momento de actuar, caminar, pensar, pero tan bien coordinada a la hora de fundamentar.
Todos quienes me conocen, o creen conocerme, me ven como un tipo un tanto inexpresivo, poco sensible, quizás menos cariñoso que todo lo anterior, y sin duda un hígado andante como el que en verdad siento que soy, y no lo voy a negar, soy renegón, y creo que esto, al final, entre otras cosas, me va a terminar por matar (no solo mis huesos, ah, jajajaja) y estoy seguro que esta persona del mismo modo que el resto. No creo que eso esté mal, al final de cuentas, si algo hago es siempre mostrar lo que quiero mostrar, es así, mostrar lo que deseo, hacer pensar a los demás lo que quiero que piensen; además, porque siempre he sido (y aunque unos creen que no) y, seguramente seré, un tipo tímido, bochornoso, que teme a las respuestas de los demás cuando siento mi alma abrirse ante cual o tal persona, como en este caso. Así que me queda la escritura, algo que creo no hago tan mal.
Recuerdo que por mucho tiempo, es decir, desde un poco más de dos años, pensé haber suprimido el sentimiento hacia esta lindura. Por meses, por años, por gustos banales que vinieron y se fueron como la fugacidad de la moda, pensé que había logrado olvidar aquello hasta remitirlo a un simple gusto físico. Sin embargo, en uno de esos días indecisos de diciembre del año que hace poco se acaba de ir, pensando sobre ella, acerca de ella, en ella, tras varios días de confusión, como esa espesa niebla que todo lo oculta hasta el punto de invitarte a caminar en una penumbra eterna, me di cuenta, cual revelación oculta, que en verdad todo este tiempo, si, TODO ESTE TIEMPO, nunca la dejé de querer, no dejé de tenerla tan metida en la espesura de mi alma como las paredes que forman mi ser.
Fue así que ese período tan extraño, vulnerable, angustioso en el plano sentimental se terminó; el hecho de saber que desde enero del 2008 no he querido en el fondo a nadie salvo a ella fue algo que, incluso a mí mismo, me sorprendió. Y no hago desde entonces sino disfrutarlo.
Haciendo honor a la verdad, desde hace tiempo yo he extirpado de mi cabeza, de mis nociones, de mis ideas, pensamientos, de mi cerebro, el hecho que alguna vez ella y yo llegásemos a tener una relación más allá que el trato amical. Es como aquellas sensaciones que das por ciertas a pesar que en tu interior se anide tan solo una chispa de ilusión para que sucediera, absolutamente, todo lo contrario. Tantas veces me pregunto por qué he llegado a tal conclusión y no se qué responderme: a lo mejor sea que resultara al final alguien realmente “bored” para ella, quizás las expectativas de cada uno, quizás el hecho que en cosas sensibles seamos militantemente diferentes, quizás que yo sea (así de simple) un pobre y triste “huevón”.
No me queda mucho por decir, no me queda mucho por expresar en estas líneas que tan solo sirven como un motor hacia una especie de confesión “ahogada”, pero si deseo sentir aquello que en estos momentos estoy sintiendo, no importa si de ello nada voy a lograr (que es lo seguro) pues esa no es la finalidad, sino la de dejarme llevar por aquello que hoy se alza como una experiencia que llena mi espíritu de jubileo, de una “alegría” que hacía tanto no experimentaba.
No importa con quien fuera, por quien fuera, pero esto se siente genial y, como escuché en la cita a algún escritor cuyo nombre ahora no recuerdo, lo más importante del amor no es que nos amen, sino cuando nosotros amamos, estoy de acuerdo con ello, y por eso mismo quiero que esto fluya, que pase cuando deba pasar, que se prolongue si se debe prolongar, que se expanda si así el espíritu lo designa, que tan solo venga de la manera que mejor sea, y disfrutarlo todo cuanto implique, esa es la consigna que voy a implementar.
Para finalizar, pues, yo sigo soñando. Eso lo acabo de comprobar.
De estos veranos ya han pasado tres desde la última vez que experimenté una sensación tan apabullante, tan inmensa, superior en grandeza y nobleza a mi ser entero. Desde aquella vez en que sentí flotar mi esencia en los bizarros pero siempre fantásticos enlaces y conexiones que los sentimientos producen en el ser humano.
Para ser honesto, la sensación no me la produce una mujer que hace poco haya conocido, sino una que siempre parezco volver a conocer una y otra vez, a quien siempre encuentro cada vez más adorable, más hábil, más lúcida, tan despistada al momento de actuar, caminar, pensar, pero tan bien coordinada a la hora de fundamentar.
Todos quienes me conocen, o creen conocerme, me ven como un tipo un tanto inexpresivo, poco sensible, quizás menos cariñoso que todo lo anterior, y sin duda un hígado andante como el que en verdad siento que soy, y no lo voy a negar, soy renegón, y creo que esto, al final, entre otras cosas, me va a terminar por matar (no solo mis huesos, ah, jajajaja) y estoy seguro que esta persona del mismo modo que el resto. No creo que eso esté mal, al final de cuentas, si algo hago es siempre mostrar lo que quiero mostrar, es así, mostrar lo que deseo, hacer pensar a los demás lo que quiero que piensen; además, porque siempre he sido (y aunque unos creen que no) y, seguramente seré, un tipo tímido, bochornoso, que teme a las respuestas de los demás cuando siento mi alma abrirse ante cual o tal persona, como en este caso. Así que me queda la escritura, algo que creo no hago tan mal.
Recuerdo que por mucho tiempo, es decir, desde un poco más de dos años, pensé haber suprimido el sentimiento hacia esta lindura. Por meses, por años, por gustos banales que vinieron y se fueron como la fugacidad de la moda, pensé que había logrado olvidar aquello hasta remitirlo a un simple gusto físico. Sin embargo, en uno de esos días indecisos de diciembre del año que hace poco se acaba de ir, pensando sobre ella, acerca de ella, en ella, tras varios días de confusión, como esa espesa niebla que todo lo oculta hasta el punto de invitarte a caminar en una penumbra eterna, me di cuenta, cual revelación oculta, que en verdad todo este tiempo, si, TODO ESTE TIEMPO, nunca la dejé de querer, no dejé de tenerla tan metida en la espesura de mi alma como las paredes que forman mi ser.
Fue así que ese período tan extraño, vulnerable, angustioso en el plano sentimental se terminó; el hecho de saber que desde enero del 2008 no he querido en el fondo a nadie salvo a ella fue algo que, incluso a mí mismo, me sorprendió. Y no hago desde entonces sino disfrutarlo.
Haciendo honor a la verdad, desde hace tiempo yo he extirpado de mi cabeza, de mis nociones, de mis ideas, pensamientos, de mi cerebro, el hecho que alguna vez ella y yo llegásemos a tener una relación más allá que el trato amical. Es como aquellas sensaciones que das por ciertas a pesar que en tu interior se anide tan solo una chispa de ilusión para que sucediera, absolutamente, todo lo contrario. Tantas veces me pregunto por qué he llegado a tal conclusión y no se qué responderme: a lo mejor sea que resultara al final alguien realmente “bored” para ella, quizás las expectativas de cada uno, quizás el hecho que en cosas sensibles seamos militantemente diferentes, quizás que yo sea (así de simple) un pobre y triste “huevón”.
No me queda mucho por decir, no me queda mucho por expresar en estas líneas que tan solo sirven como un motor hacia una especie de confesión “ahogada”, pero si deseo sentir aquello que en estos momentos estoy sintiendo, no importa si de ello nada voy a lograr (que es lo seguro) pues esa no es la finalidad, sino la de dejarme llevar por aquello que hoy se alza como una experiencia que llena mi espíritu de jubileo, de una “alegría” que hacía tanto no experimentaba.
No importa con quien fuera, por quien fuera, pero esto se siente genial y, como escuché en la cita a algún escritor cuyo nombre ahora no recuerdo, lo más importante del amor no es que nos amen, sino cuando nosotros amamos, estoy de acuerdo con ello, y por eso mismo quiero que esto fluya, que pase cuando deba pasar, que se prolongue si se debe prolongar, que se expanda si así el espíritu lo designa, que tan solo venga de la manera que mejor sea, y disfrutarlo todo cuanto implique, esa es la consigna que voy a implementar.
Para finalizar, pues, yo sigo soñando. Eso lo acabo de comprobar.
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