A primera vista
La primera vuelta electoral en Perú ya terminó y el resultado parecía cantado pero, aún así, a muchos les duele tanto (o nos duele tanto). Keiko Fujimori y Ollanta Humala, aquellos candidatos que generaron y siguen generando los más grandes rechazos no solo por la clase política sino por una buena parte de la sociedad peruana en general.
El resultado no es como muchos le atribuyen a la gente “ignorante” sino es un claro indicador que hay una falla en la sociedad peruana, una ruptura que aún no podemos superar porque no sabemos que está allí o nos hacemos los suecos con ella, y no estamos preparados para aceptarlo, porque ello implicaría renunciar a nuestra cómoda utopía urbana que hemos construido en este bastión de modernidad y enajenación llamada Lima, sumida en los chispazos de una globalización que no sabemos canalizar y de un crecimiento y desarrollo que no entendemos cómo redistribuir.
Partiendo de allí es posible entender por qué propuestas consideradas como “antisistema” o “autoritarias” han logrado cuajar, han logrado estar hoy más cerca que nunca de hacerse con el control del Estado. La culpa no es de aquél que se siente olvidado por el Estado que prometió darle las herramientas para generar su propio desarrollo, tampoco es culpa de aquellos quienes muy alejados del mundo “civilizado” (con todo el sarcasmo, por si acaso) no cuentan, ni siquiera, con los servicios básicos, ni mucho menos los ciudadanos que son víctimas de la inseguridad generalizada que sufre la sociedad en estos días. No. No es raro, pues, que estas opciones estén tan próximas a ser gobierno, situaciones como estas siempre radicalizan y polarizan las aspiraciones y deseos de las sociedades, de las comunidades, de las personas. Las personas, en esos entornos se ven en la necesidad de querer soluciones rápidas, con mano dura, con firmeza, gente que proyecte fuerza, control y demás cosas que, muchas veces, escapan de los sacrosantos ideales de la “democracia”. No es culpa de ellos, es culpa de los gobiernos que endulzaron con maravillosos cuentos las esperanzas de millones de personas, que llegaron como grandes demócratas garantizando darle un rumbo más humano al desarrollo del país, pero que, una vez sentados como jeques en su trono republicano dieron la espalda a ese pueblo que los eligió en su desmedro absoluto, en su abandono, en la intolerancia ante cualquier reclamo surgido de la impotencia del olvido.
Algo práctico
Pero, llorar sobre la leche derramada es un oficio que los tontos e ilusos desarrollan a lo largo de su vida sin buscar el sentido práctico de las situaciones difíciles y adversas como las que hoy, nuevamente, el elector peruano se ve en la necesidad de enfrentar; y recurrir, una vez más, a aquel dicho trillado de “entre el mal menor y el mal peor”. Y la situación demanda una actitud más práctica que ética y moral pues, de lo contrario nos la pasaremos deliberando sin sentido sobre la democracia, los derechos humanos y demás taras hasta las próximas elecciones, bueno, si es que hay elecciones para dicho año (risas)
EL buen soldado mira el alba
Ollanta Humala es para muchos la mejor opción, el único capaz de salvar a la patria de la corrupción, de ordenar la casa, de imponer disciplina, pero sin cambiar el modelo económico, sin promover estatizaciones, ni reprimir las libertades básicas como la de expresión. Claro, eso es ahora cuando que parece ser todo menos rojo, menos revolucionario, conciliador, demócrata; y todo gracias a ese par de brasileños importados del gobierno de Lula y que, muchos dicen, pagados con el dinero de Huguito Chavez, quienes han demostrado ser la dupla idónea para pulir a un ser inferior como es Humala. Que no se engañe la gente con tal sujeto pues de conciliador no tiene nada. No se puede creer en alguien que presenta un plan de gobierno totalmente alineado a los postulados chavistas, para luego, antes los medios, en las concentraciones decir, totalmente lo contrario, mostrarse moderado, rozando con liberal y hasta católico conservador. No se puede creer en alguien decir admirar el gobierno de Velasco que significó un retroceso de más de 30 años, o de un modelo argentino que le ha quitado las pensiones a millones de argentinos que hoy se han quedado sin un dinero para sus últimos días, alguien que promovió un levantamiento el cual dirigió mientras fungía de agregado militar en Corea, mientras que sobre su hermano cayó toda la responsabilidad sobre el hecho, el cual ahora niega haber comandado, sacando el cuerpo y dejando a su propia sangre solo a su suerte. Tampoco se puede creer en él cuando su hermano mayor sale a declarar que su proyecto tiene el objetivo de perpetuarse en el poder, de modificar la constitución para amoldarla a sus ambiciones, que no piensan en las libertades ya reconocidas en el mundo. No se puede creer en alguien cuyo padre declara abiertamente que a sus hijos les inculcó dos maneras de llegar al poder: la revolución y el golpe de Estado, y cuyo mismo padre cuenta que bajo esas ideas sus hijos han crecido y se han nutrido.
Eso, respecto a “humala” (no me da la gana de poner su apellido en mayúscula)
La “chinita” hijita de su papá
Keiko Fujimori, hija del ex presidente a quien una mayoría desmemoriada para unas cosas y para otras no, califica de dictador y tirano, como una de las dictaduras más atroces de la región (bueno, si hubiera sido de las más atroces por qué tendría, entonces, tanta acogida en los sectores más golpeados, o será porque dejó sin empleo a los viejos políticos y partidos, así como a los barones de los medios de comunicación), siempre hubieron y habrán anticuerpos por parte de quien escribe hacia lo que representa (no a su persona). No negaré que la defensa irrestricta de su padre a veces resulta empalagosa y chirriante, pero el hecho que muchos de los “corruptos” del régimen se encuentren nuevamente en la palestra da mucho que desear. Y eso nadie lo puede negar.
A muchos se le ha dado la moda (iniciada en Facebook) de decir “De Ollanta tenemos dudas, pero de Keiko tenemos pruebas” y yo me pregunto ¿es esto un chiste? Es decir, está bien, digan de su padre lo que quieran, con pruebas o sin ellas, que es un violador de derechos humanos, un genocida, un corrupto y dictador, pero ¿pruebas de keiko? O sea ¿keiko es responsable política de Barrios Altos y la Cantuta? O sea ¿Keiko dio la orden de dar el autogolpe el 5 de abril? O sea ¿keiko desarrollo la estrategia contra subversiva (y de la que Ollanta Humala fue comandante con delitos por violar los derechos humanos en la comunidad de Madre Mía y quien sabe cuántas más)? O sea ¿keiko recibió dinero con Montesinos o se alió con él para robarle al Estado? Es decir ¿qué pruebas son esas? La mujer era niña y adolescente en ese entonces. ¡Por favor!
Keiko, malo que bueno, garantiza continuar con el modelo, malo que bueno da la seguridad que el sistema que hoy goza el Perú y que buenos réditos nos ha traído va a seguir en curso, Keiko, tiene la oportunidad no solo de mantener lo bueno del sistema, sino, de redistribuirlo de una manera más óptima, porque el sistema tiene fallas (quien piense que hay un sistema perfecto pues, cae en la incredulidad de no vivir la realidad) pero estas se pueden subsanar, superar y mejorar dentro del mismo sistema.
Apelando por una pizca de practicidad
Mussolini expresó, acerca de la comprensión del fascismo, algo como “nosotros somos tan revolucionarios como reaccionarios, tan aristócratas como proletarios” y lo decía en el sentido que no debe existir dogmatismo que condicione la realidad sino que uno debe amoldarse a las realidades en su momento determinado. En ese sentido, estoy convencido que lo que ahora necesita el Perú no es la aventura de un militar populista rodeado de una horda de viejos comunistas y pensadores caviares que intentan sumergir al país en un experimento social que no necesitamos. Muchos dicen que esto es un miedo al cambio, pues no, no es un miedo al cambio, porque el cambio ya se dio en los 90´s, tampoco podemos dejarnos llevar por el idealismo de unos mocosos que siguen pensando en la revolución o en una errada noción de conciencia y justicia social y que, a cualquier personajete que aparezca con un discurso “rebelde” se inquietan dejándose llevar más por su ímpetu que por su razón y coherencia.
Dicho lo anterior, no es la intención de este post (directamente) persuadir a algunos a votar o no votar por cualquiera de ambos (aunque está un poco claro mi tendencia) sino que dejen de un lado la moralina que hoy para haber cubierto al electorado peruano y pensar con practicidad donde caben un par de preguntas vitales. Poniéndonos en los extremos ¿Con quién pierde más el Perú como sociedad, como economía, como nación? ¿Con Humala? ¿Con Keiko? Dejar de lado los estereotipos que hay hacia ambos y ver las cosas con cabeza fría, sin romanticismo, sin idealismos, sin miedos. Solo así podremos encontrar una respuesta que nos de la calma, confianza y seguridad que este 5 de junio se definirá.
P.D. dejo este comentario extraído de un diario limeño
"Ya tengo 50 años e hijos que mantener como para jugármela en aventuras electorales sólo porque aparece un militar charlatán sin mayor currículum y rodeado de rojos prometiendo de todo y haciéndose el buenito, como el pícaro con la enamorada sonsa, para que lo elija. Lo siento, pero soy adulto, no soy un chiquillo idealista, un filósofo de ética o un millonario que vive en España como Vargas Llosa, y por eso voy a votar con la cabeza para defender lo que tengo y el futuro de mi familia".
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