El Perú, mi país, cumple 190 años de existencia republicana y con ello también se instauró un nuevo gobierno donde, Ollanta Humala Tasso dejó de lado el intitulo de “presidente electo” para ser “Presidente Constitucional de la República”. 28 de julio de 2011 es una fecha que para una gran mayoría llegó con muchas esperanzas y para muchos otros con no menos miedos ni incertidumbres.
A modo de mal sueño
La mañana de la fiesta patria estaba sombría como siempre en estas fechas, no había mayor novedad. Para varias personas, despertarse el día 28 e, incluso irse a la cama el día anterior, habrá resultado un poco bizarro; una sensación de escalofrío o quizás miedo, no lo se, pero también me pasó.
Cuando en la mañana tras ese sin sentido del Te Deum , el mandatario saliente, Alan García regresaba a la mal llamada “casa de Pizarro” para finiquitar algunos últimos y detalles y, acto seguido, proceder a dejar él y todos sus ministros la residencia presidencial. Es raro, por alguna razón sentí nostalgia verlo irse al adiposo, déspota y bonachón líder del APRA, muchas de sus frases de mal gusto las extrañaré. Era el fin de cinco años. A continuación le tocarían a otros ser los nuevos dueños de tal recinto, pero antes, era menester dirigirse a toda la nación desde el hemiciclo del Poder Legislativo, o Congreso de la República.
Era la hora
Humala llegó y fue recibido con sendos aplausos, algunos protocolares, otros, bastante sentidos tanto de la nueva camada que “adornará” el Congreso, personalidades, funcionarios, así como mandatarios de diversas naciones de América Latina y España. Uno a uno, el aún presidente electo saluda con mucha tranquilidad, a algunos con harta soltura, a los máximos representantes de las naciones invitadas. Fue entonces que ocupó su lugar al lado del presidente del Congreso, Daniel Abugattas quien (dado que García tuvo la indecencia y cobardía de no darla él mismo, como se debe) colocó la banda presidencial a Ollanta para proseguir a hacer la firma respectiva y demás con lo cual era, formalmente, “presidente constitucional de la República del Perú”. Punto. Todo había comenzado. Acto seguido prosiguió su juramentación a la cual el novísimo jefe del Estado lo hizo por los “principios y valores” de la constitución de 1979 lo que, en un acto de total desvergüenza, provocó la reacción más que airada de las parlamentarias electas por el bloque fujimoristas, Martha Chávez y Luz Salgado quienes, con constitución vigente en mano, “ladraron” de allí hasta el final de toda la ceremonia ante la vista y paciencia de los dignatarios, ante los ojos de todo del mundo entero, ante la vergüenza ajena de millones de peruanos, yo incluido. Rato después, hicieron lo propio los vicepresidente, los impresentables Marisol Espinoza y Omar Chehade que, hicieron salvo que estos juraron, expresamente, por la constitución antes mencionada. Esto provocó un revuelo mayor, y no fueron pocos los fujimoristas que mostraron su disconformidad, mas las abanderadas del fujimorismo rancio eran las que tenían la voz cantante.
Superado bochornoso incidente (mas la señora Chávez no cesaba de vociferar) se venía lo bueno. Lo que todos esperaban, lo que muchos deseaban escuchar para reafirmar sus miedos o amansar sus dudas, el “mensaje a la nación”, el primero en su vida que haría Humala Tasso. Todo el país guardó silencio, como pocas veces en nuestra historia un discurso presidencial captaría el interés de tantos peruanos. Y así fue.
¡Oh, sorpresa!
Es verdad, al final, o mejor dicho, para comenzar, Ollanta no parece ser el cuco que quizás todos pensamos (a muchos se lo hicieron pensar), un presidente que se expresaba de manera conciliadora, que demostraba dejar de lado ese aspecto plazuelero que caracteriza toda campaña electoral para tornarse el tiempo de darle seguridad a aquellos que no votamos y que aceptamos el resultado de la mitad más uno no creyendo aún en él. Y atrás se seguían escuchando los bramidos de una geisha desesperada a garganta batida, así como los fonemas ovejunos que ovacionaban al nuevo presidente.
Sentí, cierto o no en la realidad, que trató de distanciarse de esos estigmas que todos creemos implícitos en él, esos fantasmas del velasquismo rancio, esos amoríos con el chavismo depredador y el castrismo estafador.
Honor a la verdad, no fue un discurso que sorprendiera, no fue un discurso novedoso, no fue un discurso que asustara, mucho menos, pero si fue uno que dejaba claro que algo nuevo se va a cocinar, para bien o para mal, no lo se, pero esa es la realidad. No fue un discurso técnico, y creo que no había necesidad para ello, Humala se encargó de dejar en claro una línea que lo diferencia de al, menos sus últimos tres predecesores.
Para cuando este concluyera su exposición a la nación, el espíritu no se nos había escapado del cuerpo buscando un refugio donde escapar, no, eso no pasó, el Perú seguía marchando, aparentemente igual que ayer, que antes de ayer, no sonaron las trompetas antecediendo al apocalipsis, no se partió la tierra dejando salir al demonio y sus secuaces para hacerse con el Perú.
Los llorones de toda la vida
No se hicieron esperar los comentarios de los sabiondos periodistas y comunicadores, aquellos sujetos que ostentan la pedantería de quien cree saber mucho más que los demás. No se hicieron esperar los debates bizantinos, eso a los que nos tienen acostumbrados, cerrados en una minucia como lo que fue aquél detalle de jurar por la del 79 para quienes ya era un gesto preocupante, alarmante el cual daba lugar a pensar ya en una violación a las libertades de la sacrosanta democracia. Nada más, nada más exagerado, pero la periodisticada peruana es demasiado pacata, demasiado servil, demasiado moralista hasta el punto que su moral se convierte en moralina. No recuerdo que se tratase a profundidad otro ítem del discurso como la insignificancia de la juramentación, aunque si, recuerdo que las palabras “economía nacional de mercado” los espantó, los horrorizó, sin embargo, yo me pregunto ¿no se entiende acaso por economía nacional de mercado aquella que impulsa, vitaliza y profundiza en la expansión de la industria y el empresario de sabor nacional? ¿qué coño tiene eso de malo? ¿acaso prefieren que sea una economía en desmedro de la actividad privada nacional? No entiendo, es un contrasentido y sin sentido tal susto por parte de la liberalada pacata.
De cierto, de cierto os digo….
Y con ello, con la “tranquilidad”, si se quiere, de la mitad menos uno que no lo eligió y con los oráculos de la información dando vueltas en sus miedos e intereses, el presidente de la República se dirigió hacia su nueva estancia donde el pueblo lo aplaudió y siguió hasta saciar su sed de amor popular, ese amor que hizo tan difícil que pudiese ingresar al patio de Palacio y que hizo aún más difícil que la seguridad del mismo pudiera cerrar, por fin, el enrejado de la casa presicencial. El espectáculo para las cámaras, para el público había terminado, Ollanta presidente del Perú de aquí hasta el 2016, si es que no incumple su promesa, claro está, hasta eso, de momento todo sigue bien por acá.
Durante y terminado todo esto, las redes sociales, esa nueva y maravillosa forma de comunicar se encargaba de informar, de dar a conocer las ideas personales de un sin número de peruanos, muchos aliviados, muchos más conformes con lo hecho, por el discurso dado, muchos otros parodiando o rajando de la huachafo y desubicado de las rodilleras del fujimorismo, de un Kenji que declara sin menor noción de lo que estaba balbuceando (pobre, no hay nada que hacer que lo suyo nunca ha sido el saber expresar algo, más aún, quizás ni pensarlo – risas -) algunos pocos – por lo que leí – decepcionados que no se hubiera atacado, frontalmente, al modelo neoliberal (el cuco, el causante de todo cuanta cosa negativa haya existido en la humanidad) ni nada por el estilo. La red social sirvió como un canalizador para saber lo que la gente de a pie entendió, codificó y aceptó.
Hoy es 29
Y así, de manera anecdótica aconteció el cambio de mando, mas hoy estamos 29, el Perú no se ha derrumbado, sigue en pie y, esperemos, siga hacia “adelante”.
A modo de mal sueño
La mañana de la fiesta patria estaba sombría como siempre en estas fechas, no había mayor novedad. Para varias personas, despertarse el día 28 e, incluso irse a la cama el día anterior, habrá resultado un poco bizarro; una sensación de escalofrío o quizás miedo, no lo se, pero también me pasó.
Cuando en la mañana tras ese sin sentido del Te Deum , el mandatario saliente, Alan García regresaba a la mal llamada “casa de Pizarro” para finiquitar algunos últimos y detalles y, acto seguido, proceder a dejar él y todos sus ministros la residencia presidencial. Es raro, por alguna razón sentí nostalgia verlo irse al adiposo, déspota y bonachón líder del APRA, muchas de sus frases de mal gusto las extrañaré. Era el fin de cinco años. A continuación le tocarían a otros ser los nuevos dueños de tal recinto, pero antes, era menester dirigirse a toda la nación desde el hemiciclo del Poder Legislativo, o Congreso de la República.
Era la hora
Humala llegó y fue recibido con sendos aplausos, algunos protocolares, otros, bastante sentidos tanto de la nueva camada que “adornará” el Congreso, personalidades, funcionarios, así como mandatarios de diversas naciones de América Latina y España. Uno a uno, el aún presidente electo saluda con mucha tranquilidad, a algunos con harta soltura, a los máximos representantes de las naciones invitadas. Fue entonces que ocupó su lugar al lado del presidente del Congreso, Daniel Abugattas quien (dado que García tuvo la indecencia y cobardía de no darla él mismo, como se debe) colocó la banda presidencial a Ollanta para proseguir a hacer la firma respectiva y demás con lo cual era, formalmente, “presidente constitucional de la República del Perú”. Punto. Todo había comenzado. Acto seguido prosiguió su juramentación a la cual el novísimo jefe del Estado lo hizo por los “principios y valores” de la constitución de 1979 lo que, en un acto de total desvergüenza, provocó la reacción más que airada de las parlamentarias electas por el bloque fujimoristas, Martha Chávez y Luz Salgado quienes, con constitución vigente en mano, “ladraron” de allí hasta el final de toda la ceremonia ante la vista y paciencia de los dignatarios, ante los ojos de todo del mundo entero, ante la vergüenza ajena de millones de peruanos, yo incluido. Rato después, hicieron lo propio los vicepresidente, los impresentables Marisol Espinoza y Omar Chehade que, hicieron salvo que estos juraron, expresamente, por la constitución antes mencionada. Esto provocó un revuelo mayor, y no fueron pocos los fujimoristas que mostraron su disconformidad, mas las abanderadas del fujimorismo rancio eran las que tenían la voz cantante.
Superado bochornoso incidente (mas la señora Chávez no cesaba de vociferar) se venía lo bueno. Lo que todos esperaban, lo que muchos deseaban escuchar para reafirmar sus miedos o amansar sus dudas, el “mensaje a la nación”, el primero en su vida que haría Humala Tasso. Todo el país guardó silencio, como pocas veces en nuestra historia un discurso presidencial captaría el interés de tantos peruanos. Y así fue.
¡Oh, sorpresa!
Es verdad, al final, o mejor dicho, para comenzar, Ollanta no parece ser el cuco que quizás todos pensamos (a muchos se lo hicieron pensar), un presidente que se expresaba de manera conciliadora, que demostraba dejar de lado ese aspecto plazuelero que caracteriza toda campaña electoral para tornarse el tiempo de darle seguridad a aquellos que no votamos y que aceptamos el resultado de la mitad más uno no creyendo aún en él. Y atrás se seguían escuchando los bramidos de una geisha desesperada a garganta batida, así como los fonemas ovejunos que ovacionaban al nuevo presidente.
Sentí, cierto o no en la realidad, que trató de distanciarse de esos estigmas que todos creemos implícitos en él, esos fantasmas del velasquismo rancio, esos amoríos con el chavismo depredador y el castrismo estafador.
Honor a la verdad, no fue un discurso que sorprendiera, no fue un discurso novedoso, no fue un discurso que asustara, mucho menos, pero si fue uno que dejaba claro que algo nuevo se va a cocinar, para bien o para mal, no lo se, pero esa es la realidad. No fue un discurso técnico, y creo que no había necesidad para ello, Humala se encargó de dejar en claro una línea que lo diferencia de al, menos sus últimos tres predecesores.
Para cuando este concluyera su exposición a la nación, el espíritu no se nos había escapado del cuerpo buscando un refugio donde escapar, no, eso no pasó, el Perú seguía marchando, aparentemente igual que ayer, que antes de ayer, no sonaron las trompetas antecediendo al apocalipsis, no se partió la tierra dejando salir al demonio y sus secuaces para hacerse con el Perú.
Los llorones de toda la vida
No se hicieron esperar los comentarios de los sabiondos periodistas y comunicadores, aquellos sujetos que ostentan la pedantería de quien cree saber mucho más que los demás. No se hicieron esperar los debates bizantinos, eso a los que nos tienen acostumbrados, cerrados en una minucia como lo que fue aquél detalle de jurar por la del 79 para quienes ya era un gesto preocupante, alarmante el cual daba lugar a pensar ya en una violación a las libertades de la sacrosanta democracia. Nada más, nada más exagerado, pero la periodisticada peruana es demasiado pacata, demasiado servil, demasiado moralista hasta el punto que su moral se convierte en moralina. No recuerdo que se tratase a profundidad otro ítem del discurso como la insignificancia de la juramentación, aunque si, recuerdo que las palabras “economía nacional de mercado” los espantó, los horrorizó, sin embargo, yo me pregunto ¿no se entiende acaso por economía nacional de mercado aquella que impulsa, vitaliza y profundiza en la expansión de la industria y el empresario de sabor nacional? ¿qué coño tiene eso de malo? ¿acaso prefieren que sea una economía en desmedro de la actividad privada nacional? No entiendo, es un contrasentido y sin sentido tal susto por parte de la liberalada pacata.
De cierto, de cierto os digo….
Y con ello, con la “tranquilidad”, si se quiere, de la mitad menos uno que no lo eligió y con los oráculos de la información dando vueltas en sus miedos e intereses, el presidente de la República se dirigió hacia su nueva estancia donde el pueblo lo aplaudió y siguió hasta saciar su sed de amor popular, ese amor que hizo tan difícil que pudiese ingresar al patio de Palacio y que hizo aún más difícil que la seguridad del mismo pudiera cerrar, por fin, el enrejado de la casa presicencial. El espectáculo para las cámaras, para el público había terminado, Ollanta presidente del Perú de aquí hasta el 2016, si es que no incumple su promesa, claro está, hasta eso, de momento todo sigue bien por acá.
Durante y terminado todo esto, las redes sociales, esa nueva y maravillosa forma de comunicar se encargaba de informar, de dar a conocer las ideas personales de un sin número de peruanos, muchos aliviados, muchos más conformes con lo hecho, por el discurso dado, muchos otros parodiando o rajando de la huachafo y desubicado de las rodilleras del fujimorismo, de un Kenji que declara sin menor noción de lo que estaba balbuceando (pobre, no hay nada que hacer que lo suyo nunca ha sido el saber expresar algo, más aún, quizás ni pensarlo – risas -) algunos pocos – por lo que leí – decepcionados que no se hubiera atacado, frontalmente, al modelo neoliberal (el cuco, el causante de todo cuanta cosa negativa haya existido en la humanidad) ni nada por el estilo. La red social sirvió como un canalizador para saber lo que la gente de a pie entendió, codificó y aceptó.
Hoy es 29
Y así, de manera anecdótica aconteció el cambio de mando, mas hoy estamos 29, el Perú no se ha derrumbado, sigue en pie y, esperemos, siga hacia “adelante”.
Pezuña de page
En mi opinión personal, puntos buenos del discurso:
Desarrollar la “economía nacional de mercado”
Hacer que los actos de corrupción sean sancionados severamente, que estos no ejerzan, nuevamente, cargo público alguno.
Aumento paulatino del salario mínimo.
Línea de bandera.
Crear un consejo multisectorial sobre seguridad ciudadana.
Hacer que esa mano ociosa de las cárceles se movilice y hagan “trabajos físicos”. No se puede mantener tanto parásito con nuestro dinero solo para que salgan a seguir delinquiendo.
Continuismo respecto a la política de construcción dejada por el anterior gobierno.
Mostrar actitud conciliadora para con Chile.
Otras cosas rescatables:
Haber apartado al ala radical de Gana Perú para confinarla en una especie de ostracismo.
Alejar a la caviarada de su entorno íntimo.
Crear un gabinete “moderado” en las carteras claves.
Aspectos reprochables:
Aida García Narnajo, Susana Bacca y Daniel Mora
Que un judío sea primer ministro.
Alejandro Toledo.
P.D. esto no es una concesión, tampoco un voto de confianza, es solo el derecho a una duda bien intencionada.
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