Historia de un genocidio: Ruanda (los muertos que el mundo no se enteró)

lunes, 12 de diciembre de 2011


El barbarismo del siglo de la modernidad

La historia del siglo pasado, el XX, tengo la seguridad que fue el más violento, convulso e inhumano de toda la historia desde que el hombre es hombre y desde que la civilización fue concebida.

Las peores guerras se suscitaron en sus años y décadas, genocidios por doquier acontecieron por distintas razones, ya sea políticas, culturales, de clases, religión, por diferencias de “raza”, grupos sociales, enfermedades que ponían en condición de menos que humanos a un determinado grupo de gente o de etnias. La guerra y el genocidio fueron una parte misma del siglo previo al segundo milenio, siendo un poco sarcástico se puede decir “elige” un complejo en la centuria pasada y encontrarás un genocidio. Y así pasó.

De todas estas barbaries por bobas razones cometidas por ser humanos contra otros seres humanos hay documentación harta para aprender y saber las lecciones de la historia y los horrores a los que puede descender cualquier persona cuando se le quita la identidad como tal a otro par y se lo reduce con apelativos que los despersonalizan hasta ya no ser él mismo, sino aquello que todos dicen que en verdad es: una rata, una cucaracha, demonios con cola, hijos de fantasmas, revisionistas, reaccionarios, etc.

No vale la pena recordar las masacres harto conocidas que el mundo, por desgracia vio, pero si que es necesario recordar una de la que casi nadie se enteró.

África, el principio y también el fin

A nadie le importa África, eso es un hecho, a nadie le importa que los belgas hayan creado el SIDA por una negligencia al aplicar una vacuna contra la polio llamada CHAT, a nadie le importa aquello, a nadie le importa que muchos de estos médicos sigan andando por las calles no solo responsables que muchos de los países del continente negro tengan a más de la mitad de sus poblaciones con la llamada “peste rosa” y que sea la plaga del mundo de hoy. No ¿a quién le jode ello? En fin, son pobres, son negros, están al borde la muerte, dejemos que los grandes laboratorios experimenten con esos apestados. Lo mismo sucedió en Sierra Leona y las muertes causadas por los diamantes que generaron una guerra civil cruenta, violenta y cruel como pocas se vieron, aquella parte de la historia universal que los estudiosos conocen como “diamantes de sangre” mientras que el resto del mundo, simplemente, no se enteró.

Pero estos procesos de violencia se dilataron en el tiempo de, manera progresiva, paulatina, como si se tratara de una sistematización de la muerte, la crueldad y la violencia. Fueron fenómenos que no se incubaron en el inconsciente o en la sociedad, simplemente fueron errores que nadie se preocupó por enmendar y fue la disputa de dos grupos de poder por controlar un elemento que llenaría sus arcas personales, no las de sus pobladores. Pero ¿qué pasaría si un conflicto, una problemática que lleva incubándose más de cien años explota de la noche a la mañana?

Eso sucedió en Ruanda en 1994.

Ruanda: sobre Hutus y Tutsis

Ruanda es un país pequeño, casi imperceptible en los planisferios de alrededor de 8 millones de habitantes y un poco más. Por tiempos ancestrales en estas tierras existieron dos grupos sociales bien definidos que vivían de armoniosa a la vieja usanza tribal de dichas tierras: los hutus y los tutsis quienes hacían la mayoría del país (donde los primeros eran, poblacionalmente hablando, más que los segundos). Es de suma importancia, que estos dos grupos no eran diferentes “razas”, etnias, simplemente eran castas distintas y nada más (esto es importante para entender las siguientes líneas)

La semilla de la muerte: alemanes, belgas y tutsis

Cuando a mediados del siglo XIX llegaron los invasores alemanes e hicieron de esta una colonia. Ellos necesitaban un orden social para que la colonia funcionara de armoniosa en orden con los designios de la metrópoli europea. Para ello, y basados en la teorías raciales propias de la era victoriana determinaron (solo midiendo los aspectos físicos) que los tutsis eran una raza superior a los hutus y que, por eso, eran los que estarían por encima en el escalafón de la jerarquía colonial (claro, secundando a la aristocracia europea). Y es aquí donde todo lo que desembocó en abril del 94 tiene su origen pues los hutus eran percibidos ya no solo por los europeos sino por los tutsis mismo como “seres inferiores” y fueron tratados como tales, desprovistos de beneficios que la colonia favorecía a los tutsis (como la educación, solo para tutsis)

Estas diferenciaciones que marcaron el resentimiento hutu hacia los tutsis se incrementó con la colonización belga (dispuesta por la Sociedad de Naciones tras la I Guerra Mundial) quienes favorecieron en cargos de la administración colonial a los tutsis y, en 1934, la emisión de un “carné étnico” que daba a estos un mayor rango dentro de la sociedad colonial. Sin embargo, y cuando la administración belga consideró que las “reivindicaciones sociales” de los tutsis eran ya incompatibles con el régimen viró su preferencia hacia los hutus, antes marginados, generando más divisiones y complementándolas con la creación de partidos políticos cuya base se sustentaba en criterios étnicos. Como para complicar más las cosas.

Hutus: se invierten los papeles

El punto de inflexión llegaría en 1959, cuando el hutu el reclamo sobre igualdad de derechos fue rechazado por la monarquía tutsi, fue entonces cuando los primeros decidieron socavar los cimientos de este poder.

Fue entonces que los conflictos sociales entre ambas castas estallaron con serias bajas de ambos bandos, con 150 mil tutsis exiliados del país. En ese mismo año, la mayoría hutu logra la independencia de Bélgica y la ONU aprovecha para lanzar un referéndum sobre la continuidad o no de la monarquía tutsi donde el 80 por ciento votó por el NO, declarándose de este modo la República de Ruanda controlando los hutus todas las riendas del Estado.

Para 1972, ambas castas vivían en relativa calma (lo que no quita de lado que algunas diferencias ya estaban bien marcadas entre ambos grupos). En dicho año se produjo la matanza de 350 mil hutus por parte de tutsi en la frontera con Burundí. Este hecho, junto a los desatinos del gobierno en estos asuntos, sumados a otros (corrupción, por ejemplo) provocó el golpe de Estado dirigido por el general Habyarimana en julio del 73. El nuevo jefe de gobierno supo mantener calmas las aguas entre ambas castas (siendo él mismo de origen hutu) a tal punto que dejó a los tutsis llevar las riendas de la economía ruandesa. Sin embargo, para 1990 estalla la guerra en Ruanda producto de las falencias económicas de dichos años y los problemas por los tutsis exiliados y conformados en el Frente Patriótico Ruandés que en dicho año, dese Uganda invada la pequeña Ruanda. El conflicto finalizaría con la paz firmada entre ambos países creándose un gobierno de transición compuesto por ambas castas.


Genocidio a escala mayor en un abrir y cerrar de ojos

La mecha que se encendió la llama del genocidio fue la voladura del avión donde se trasladaba el presidente Habyarimana por rebeldes del FPR en abril de 1994. Bastó esto como pretexto para que los conflictos incubados a lo largo de más de 100 años estallaran. Fue entonces cuando los hutus desplegaron la violencia que duró 100 días y que costó la vida a 800 mil personas entre tutsis y hutus “moderados” (que representaría el 11 por ciento de la población ruandesa) una cifra que supera cualquier imaginación posible. Ruanda, sin exagerar, para llegar a esos límites debió ser una máquina del exterminio a tiempo completo.

Imagínate que un día el vecino de todo tu vida, el amigo con el que jugabas futbol o hacías las chiquilladas de su momento, de pronto, sin mayor razón entre a tu casa, viola a las mujeres de tu familia, así a tu padre hermanos y por último a ti. Eso sucedió y a escala en Ruanda, porque aquí no solo se perpetró por parte del Estado, sino que lo hicieron las milicias concientizadas por el gobierno que actuaban de manera local y la población misma que ya tenía metido en su psique el trabajo sicológico en contra de la minoría tutsi.

Se dice que esto ya estaba bien planificado hacía años y que el genocidio se financió con el dinero de las obras sociales de organismos internacionales y que, incluso, una ministro en pleno gabinete se habría mostrado a favor del genocidio llegando a decir que el exterminio de los tutsis sería la solución para todos los problemas de Ruanda.

¿Cómo fue posible?

Pero ¿cómo se justifica que la gran mayoría se sumara a esta escala de asesinatos en masa? ¿Cómo entender que el aparato estatal haya sido tan eficiente que llevara a las “gentes comunes” a cometer esta barbarie?

Uno de los factores fue, sin lugar a dudas, los años de marginación que los regímenes coloniales impusieron en Ruanda, sumado a ello fue que una vez los tutsis tomaran el poder y establecieran la República usaron los incipientes medios de comunicación con que contaba el país para esparcir la semilla del odio y masificarlo de manera rápida y efectiva a la población hutu.

Esta tuvo como instrumento de difusión la popular RTLM o Radio Televisión de las Mil Colinas y la revista “Kangura” (Despierta) fueron los órganos mediáticos que se encargaron de denigrar la condición humana de los tutsis hasta convertirlos en “cucarachas”, “demonios”, “bestias” u “hombres con colas” que, si no se les exterminaba primero ellos lo harían entonces.

Y la comunidad internacional, representada en la ONU brilló por su ausencia, primero al negar los hechos, luego al actuar de manera tonta e ineficaz una vez que el conflicto ya parecía incontrolable y donde intereses corporativos también se mezclaron a esta tragedia.

La consecuencia de ello fue un país desangrado, empobrecido por la violencia y la crisis económica y social; unos 2 millones de refugiados que migraron a los países vecinos lo que repercutió en serios problemas a las naciones aledañas con un sin número de problemas que, en muchos casos derivaron en más muerte, desolación e interés económico (sea el caso de la dos guerra del Congo, que cobró la vida de 5 millones de personas, considerado el conflicto armado más catastrófico después de la II Guerra Mundial)

Hoy, Ruanda, dominada por la minoría tutsi (el FRP tomó el país tras el genocidio, muchos dicen que hubo apoyo interesado del EEUU y Gran Bretaña para que esto pasara y resultara como resultó) se encuentra en un proceso de paz donde las cabezas han sido juzgados así como los asesinos en la escala más baja de la masacre.

A continuación, adjunto la razón de ser este post: un breve documental sobre lo ocurrido en Ruanda con mayor detalle, un material gráfico en extremo chocante e hiriente sobre lo ocurrido en esos 100 días en que Ruanda era, en verdad, el infierno mismo sobre la Tierra; así un video de declaraciones de las víctimas del genocidio; y un tercero con una excelente explicación de cómo surgen los genocidios por parte de Paul Kagame, líder de la Ruanda del siglo XXI. Verán y escucharán cosas que superan con creses lo que he tratado de resumir en el texto y, les aseguro, quedaran perplejos al ver hasta qué punto podemos llegar a ser de inhumanos los humanos.










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