¿Vale la pena militar en alguna agrupación política? No se el resto de países pero, definitivamente, en el Perú “no way”, y esta razón no se sustenta en el descrédito de dichas organizaciones ni tampoco en argumentos más sosos como esbozar un rechazo a la política y su inmundicia. Nada más lejano de la realidad.
El problema con los partidos políticos en este país no es el descrédito, esta es solo una causa de algo mucho mayor como, por ejemplo, la carencia de una doctrina, de una creencia que conglomere a cierto tipo de personas; al no existir este competente, estos “partidos” devienen en meras agrupaciones de “amigos”, donde el clientelismo y los favoritismo devienen en agrupaciones felonas, sin rumbo, sin norte, sin consistencia y, en tal, sin un ideario que las permite crecer y mucho menos ser una propuesta verdadera surgida de un entendimiento coherente de la realidad local.
Algunos factores para el derrumbe de los viejos partidos
Esta crisis, dentro de factores externos identificables podría tener diversas causas; entre ellas, la eventual caída de los bloques antagónicos que caracterizaron la “Guerra Fría” donde el capitalismo terminó por imponerse a su rival, el comunismo, lo cual tuvo un verdadero influjo en la caída de muchos partidos alrededor del mundo, nueva era que se resumió bajo la frase el “fin de las ideologías”.
A nivel local, la época del terrorismo encabezada por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso demostró lo frágil del sistema partidario en el Perú que llevó a sus primeros esbozos de decadencia y los cuáles se agravaron con dos cismas político – económicos durante la segunda mitad de los años 80´s como la intentona de estatización de la Banca y la hiperinflación que no hizo sino producir un sentimiento de defraudo ante los partidos políticos y lo que ello representaba.
Este descontento, en buena medida, quedaría demostrado con la elección del primer “outsider” (alguien sin background político alguno) en llegar a la presidencia del Perú, Alberto Fujimori Fujimori, en cuyo régimen sería de vital importancia el resquebrajamiento de la vieja partidocracia bajo un sin número de elementos y tretas que terminaron por socavar los cimientos ideológicos de dichas organizaciones que devinieron en nuevas agrupaciones que surgieron de manera coyuntural (generalmente, para procesos electorales) carentes de una base programática y doctrinaria que, para subsistir tuvieron que canjear y alquilar cargos partidarios para así `poder sobrevivir, engrosando sus filas que veían en la política una extensión de sus particulares intereses.
El resto ya es historia conocido: transfuguismo, clientelismo, otorongo no come a otorongo, etc, etc , etc.
Pero ¿qué necesita un partido, agrupación, movimiento político que como tal pueda cohesionar, agrupar personas, no solo de manera coyuntural, sino que tenga la capacidad de mover a un número de seguidores fuera de estos procesos? Un partido de masas, quizás, pero para ello, un partido que irradie algo más que una mera consecución de frustraciones hábilmente canalizadas en circunstancias específicas.
EL PARTIDO
La doctrina
Toda organización que aspire a ser un “partido político” debe, primero que todo, alinearse a una doctrina determinada, fija, bien estructurada, lo bastante capaz para reconocer sus habilidades y debilidades, que sepa en qué ocasiones ser radical y en cuáles otras resultar moderada, porque la virtud del pensamiento humano radica no en colocarse en los extremos de acción sino teniendo una plena conciencia de cuando actuar y cuando marchar (esto no tiene nada que ver con el centro político que se encuentra a la deriva en cuanto a ideologías).
Una doctrina que sea inviolable para sus miembros pero que esté acorde a los cambios sociales, políticos y económicos del mundo y nación donde ha forjado su aparición. Estas no son contradicciones, en lo absoluto, puesto que uno puede ser un fascista, un comunista, un neoliberal si tiene la conciencia plena que la aplicación de la doctrina al pie de la letra al cambio de la sociedad han demostrado ser acciones infructíferas pues todo cambio viene y depende de muchos factores. Si bien, la doctrina, la ideología son el norte que guía y motiva las ideas y acciones, la misma doctrina como esencia demanda que en determinados momentos, la realidad demanda adaptar, re orientar conceptos o aplicar medidas provenientes de otros campos doctrinarios en vías a realizar el gran objetivo de transformación que sostiene la ideología del “partido”.
La hermandad
Necesario es tener en cuenta que este tipo de partidos necesitan funcionar externa e internamente como una hermandad que se vea demostrada y fortalecida desde los cuadros principales del mismo, es decir, que las cabeza visibles del movimiento deben ser en la teoría y la práctica como uno solo, es allí donde se cimenta la fuerza del partido, en cuadros fuertes, que sean los rectores de la ideología del mismo a los correligionarios.
A lo anterior, el sentimiento de hermandad, es el primer paso para construir la mística del militante, el elemento vital para que este se mantenga dentro de las filas del partido y sea no solo un miembro más sino una propaganda andante de la ideología del partido.
Y, pues ¿cómo se genera esta mística de tal manera que no pueda ser contrarrestada, combatida ni destruida por factores internos y externos al militante del partido?
El sentido de pertenencia
Como se mencionó, demostrando que dicha organización funciona como una hermandad ya se tiene un primer paso.
El acoger a los nuevos miembros como iguales (aunque no necesariamente lo sean) es un segundo paso. Lo siguiente es hacerlo sentir parte de algo y para ello, las reuniones, la comunicación permanente, el trato de a iguales, los distintivos y esas cosas pequeñas de hecho pero grandes de significado interno en cada miembro (términos que definan una distinción del resto y que a la vez los hagan sentirse formar parte de algo propio) marcarán la diferencia, porque antes de tener una mente predispuesta al adoctrinamiento es necesario hacer que sus sentimiento, que su corazón se unan en alegría y comunión con el partido, es entonces que dicha mente, ya favorable al partido estará condicionada, inevitablemente, a escuchar y aceptar el pensamiento del partido hasta hacerlo parte de su vida, de sus pensamiento, de sus acciones, inclusive, parte de su vida diaria.
La mística
Todo partido que se haya respetado en el mundo es y debe estar consciente que su existencia se debe solo a su militancia sustentada en su ideario. Así mismo, todo partido político de doctrina sabe que debe tener un espíritu casi religioso, donde el paradigma ofrecido por la doctrina, irradiada a través de los líderes, debe tener la misma carga “cuasi” mesiánica que las ideas religiosas; y es aquí donde la racionalidad que debería caracterizar a la práctica de la política entra a tallar en lo subjetivo, en lo sensorial, en lo emotivo, porque un partido sin doctrina es un partido sin cabeza, porque un partido sin mística es un partido sin corazón.
Y eso es, pues. El partido debe ser un ente racional y a la vez emocional, donde el pragmatismo debe funcionar en torno al cauce de los hechos políticos en determinadas situaciones.
El adoctrinamiento
Solo entonces viene la enseñanza consciente de la doctrina del partido (esto no quiere decir que en los momentos previos antes descritos no se hable o discuta sobre ella y su relación con la realidad, simplemente, se van dando pequeños esbozos, pinceladas para que la mente del individuo esté totalmente dispuesta a aceptar la doctrina posteriormente) con los puntos programáticos expuestos con más profundidad, mezclando la lógica, los subjetivo y su aplicación a la realidad. De esta manera, la militancia rebaza el plano subjetivo de la fe para dar paso a una “conciencia” místico - racional de la realidad nacional que comparte un conocimiento doctrinario, político, social y económico de lo que le rodea sumado a una mística según la cuál esa es una verdad, la verdad que puede generar el cambio y la transformación.
La enseñanza de la historia
Al respecto, la historia del siglo XX nos da los mejores ejemplos de lo expuesto arriba al nombrar a agrupaciones como diversos partidos comunistas, el fascismo italiano, el nazismo alemán, la Unión Revolucionaria en el Perú, así como el APRA quienes impregnaron a sus seguidores de un dinamismo que lindó con el fanatismo, que llenó de una voluntad vehemente en creer en sus postulados como “la verdad” que movería el cambio y que, de una u otra manera (sin juzgar para bien o para mal) lo hizo en determinados momentos de la historia de los países donde surgieron. Y, a pesar que, ideológicamente son los movimientos mencionados arriba poco afines, si los caracteriza, el sentido de pertenencia, esos detalles, gestos que los diferenciaban; por ejemplo, los comunistas con su martillo y la hoz, el puño derecho cerrado en alto, términos como “camaradas”; el fascismo italiano con sus camisas negras; los nazis alemanes con el saludo del brazo derecho extendido, el grito Sieg heil, la banda roja con la esvástica sobre el antebrazo; así como la UR peruana y sus ritos liderazgo mesiánico; o el APRA con su distintivo de “compañero”, el pañuelo blanco, etc.
E, inclusive, podemos citar al Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso quien llevó a paroxismos mesiánicos y genocidas los postulados arriba señalados. Salvando las distancias y el asco hacia esa organización terrorista, si es importante destacar el componente místico, religioso, de sujeción, de despersonalización, de fe ciega y vehemente, de entrega total hacia lo que ellos creían “justo” (este término, obviamente, está entre comillas para dar énfasis y marcar sarcasmo respecto a dicha palabra) Esto no lo destaco yo, solamente; todos los estudiosos del tema del terrorismo en el Perú y de SL (llamados “senderólogos•) destacan que este fue uno de los factores primordiales para que la organización terrorista pudiera lograr poner en jaque al Perú por 20 años. Incluso, un ex presidente de la nación, el aprista Alan García Pérez, remarcó dicha convicción implícita a todo militante senderista.
Por eso, un partido necesita generar en sus miembros el sentimiento que pertenecen a algo más grande que ellos mismos, que sea más grande que sus vidas mismas, que su devoción se equipare a la que sienten por Dios, por su madre, por su familia, que esté a ese nivel de sublimación donde el individuo es capaz de hacer y dar todo por aquello que considera superior a sí mismo.
El liderazgo y la lealtad
Todo partido, siendo este de masas o no, necesita de una dirección y por tal de un liderazgo que debe generar un número determinado de figuras principales que sean aquellos quienes representan y van delante de la escala partidaria por ser ellos, precisamente, responsables de la doctrina y el accionar político del partido. Toda organización cuenta con ello.
Sin embargo, el liderazgo debe estar sustentando si bien en una dirección debe estar resumido en un líder cuya visión, carisma, capacidad de convocatoria sea aquél motivo que genere en la militancia y consolide la mística del correligionario, que sea aquél que sea capaz de arengar e insuflar el espíritu partidario en los miembros del mismo, que sea aquél o aquellos que, justamente, expandan el denominado sentimiento de hermandad y pertenencia a niveles de misticismo mezclando lo racional (la doctrina) con lo emocional (los sentimientos), lo cuál garantizará, en buena medida, la unión y armonía del movimiento.
Por eso, un liderazgo fuerte, vehemente y cohesionado se verá reflejado en la disciplina del partido, en la fe ciega hacia su doctrina que harán posible la lealtad hacia la organización, su estructura, su idea, su acción, sus líderes. Porque es la lealtad, una vez consumados los pasos anteriores, el componente principal tras ello pues, no termina en el adoctrinamiento y el misticismo la tarea del partido, sino recién empieza una tarea delicada sutil pero directa, al mismo tiempo, que es el hecho de mantener unida a la militancia, que los eventuales problemas que pudieran surgir en su seno sean destruidos por medio de postulados tanto lógicos como irracionales, que es, al destruir la disidencia de unos, al dejarla por los suelos donde el resto de partidarios sentirá que su convicción, que su fe es la indicada y cual fiel con un santo, esta, simplemente, se intensificará. Y es allí, donde el rosto del líder o líderes debe servir como ejemplo y como guía.
Ejemplos del fortalecimiento del liderazgo y la lealtad nos dan las críticas y autocríticas que hicieron, por resaltar algunos los comunistas rusos al siempre poner como modelo la vida de Lenin, las diferentes posturas que Haya De La Torre hacía tomar a su militancia para al final siempre dejar en claro la verdad de la doctrina del aprismo, la vehemencia del nazismo y el fascismo italiano en remarcar sin temor a dudas que ellos eran la verdad única para luego socavar, mezclando argumentos racionales e irracionales, la ideas y acciones de pensamientos antagónicos a ellos. La consecuencia fue solo una: el fortalecimiento dentro del movimiento.
La pregunta ¿qué hacer?
Y esta tarea es la más difícil ¿cómo infundir un espíritu religioso, devoto hacia un partido político en el mundo pos moderno del siglo XXI con la Globalización a cuestas, el consumismo degradante y la era de la información que es un bien y un mal, al mismo tiempo? ¿Cómo comprometer, involucrar a las personas, en este caso, la juventud, sin que su militancia corresponda a la moda, a la mera y simple inquietud? Es una cuestión difícil de dilucidar, sin embargo, es cierto que las preferencias, las aspiraciones humanas más elementales pueden servir como punta de lanza.
La doctrina en relación con las aspiraciones universales
Los partidos de masas, saliendo del plano místico, siempre han aspirado a cosas muy simples y que, al mismo tiempo, son las más complicadas de realizar sea cual sea la ideología. Estas podrían resumirse en “justicia, equidad y bienestar social”.
Es allí donde los partidos de hoy en el Perú han fracasado, porque toda doctrina que se respete aspira a un cambio verdadero y todo cambio proviene y depende de las necesidades y subjetividades universales a todo individuo. El problema con la partidocracia peruana es eso, que se han llenado de partidos sin un ideal, sin una aspiración común a todos (nuevamente, entramos al plano subjetivo) esto se puede manifestar en diversas vertientes, izquierda, derecha, etc, pero responde a ensoñaciones singulares al subconsciente humano y es, precisamente allí, donde los nuevos partidos que surjan bajo banderas doctrinarias serias deben apuntalar.
El reto de hoy en adelante
Para muchos, es de suponer que esto sonará siniestro, hasta fanático, cosa que no lo es, creo haber escrito nada que los partidos serios no hayan desarrollado. Pero la realidad del Perú es otra, donde en el mundo “desarrollado” los partidos dejaron de ser de masas para volverse de cuadros, en este país eso ha demostrado ser aún no practicable y, por el contrario, demanda de organizaciones que sean capaces de comprometer a una población desidiosa, apática hacia temas políticos siendo esta la tarea, como espacio político de la sociedad, de los partidos; de decirle a esa juventud “estúpida” que si quieren un mejor gobierno, que si quieren mejores representantes, que si quieren ser escuchados, que si ya es hora de leyes que representen en verdad los deseos y anhelos de la nación es IMPRESCINDIBLE que se comprometan y preocupen de la política todo el tiempo, no solo cuando llega la hora de elegir en ese jueguito infantil de la democracia llamada “votación”, “elecciones”.
Esa es pues, la tarea de las organizaciones políticas de hoy, pero ellos han claudicado, han dejado su función en el vacío porque la nueva clase política, de derecha y de izquierda, ha perdido su rumbo, su norte en su afán carroñero por seguir subsistiendo y viviendo de la política; que esto, pues, no sea un factor que desanime a la gente de “mi generación” ni a la que viene detrás de nosotros, sino todo lo contrario; que sea el motor para ser parte de esa sociedad hoy copada por viejos políticos jurásicos y bribones politicoides que nos ven como las ovejas, siempre bien arreadas que somos, porque lo hemos permitido ¿lo seguiremos permitiendo?
El problema con los partidos políticos en este país no es el descrédito, esta es solo una causa de algo mucho mayor como, por ejemplo, la carencia de una doctrina, de una creencia que conglomere a cierto tipo de personas; al no existir este competente, estos “partidos” devienen en meras agrupaciones de “amigos”, donde el clientelismo y los favoritismo devienen en agrupaciones felonas, sin rumbo, sin norte, sin consistencia y, en tal, sin un ideario que las permite crecer y mucho menos ser una propuesta verdadera surgida de un entendimiento coherente de la realidad local.
Algunos factores para el derrumbe de los viejos partidos
Esta crisis, dentro de factores externos identificables podría tener diversas causas; entre ellas, la eventual caída de los bloques antagónicos que caracterizaron la “Guerra Fría” donde el capitalismo terminó por imponerse a su rival, el comunismo, lo cual tuvo un verdadero influjo en la caída de muchos partidos alrededor del mundo, nueva era que se resumió bajo la frase el “fin de las ideologías”.
A nivel local, la época del terrorismo encabezada por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso demostró lo frágil del sistema partidario en el Perú que llevó a sus primeros esbozos de decadencia y los cuáles se agravaron con dos cismas político – económicos durante la segunda mitad de los años 80´s como la intentona de estatización de la Banca y la hiperinflación que no hizo sino producir un sentimiento de defraudo ante los partidos políticos y lo que ello representaba.
Este descontento, en buena medida, quedaría demostrado con la elección del primer “outsider” (alguien sin background político alguno) en llegar a la presidencia del Perú, Alberto Fujimori Fujimori, en cuyo régimen sería de vital importancia el resquebrajamiento de la vieja partidocracia bajo un sin número de elementos y tretas que terminaron por socavar los cimientos ideológicos de dichas organizaciones que devinieron en nuevas agrupaciones que surgieron de manera coyuntural (generalmente, para procesos electorales) carentes de una base programática y doctrinaria que, para subsistir tuvieron que canjear y alquilar cargos partidarios para así `poder sobrevivir, engrosando sus filas que veían en la política una extensión de sus particulares intereses.
El resto ya es historia conocido: transfuguismo, clientelismo, otorongo no come a otorongo, etc, etc , etc.
Pero ¿qué necesita un partido, agrupación, movimiento político que como tal pueda cohesionar, agrupar personas, no solo de manera coyuntural, sino que tenga la capacidad de mover a un número de seguidores fuera de estos procesos? Un partido de masas, quizás, pero para ello, un partido que irradie algo más que una mera consecución de frustraciones hábilmente canalizadas en circunstancias específicas.
EL PARTIDO
La doctrina
Toda organización que aspire a ser un “partido político” debe, primero que todo, alinearse a una doctrina determinada, fija, bien estructurada, lo bastante capaz para reconocer sus habilidades y debilidades, que sepa en qué ocasiones ser radical y en cuáles otras resultar moderada, porque la virtud del pensamiento humano radica no en colocarse en los extremos de acción sino teniendo una plena conciencia de cuando actuar y cuando marchar (esto no tiene nada que ver con el centro político que se encuentra a la deriva en cuanto a ideologías).
Una doctrina que sea inviolable para sus miembros pero que esté acorde a los cambios sociales, políticos y económicos del mundo y nación donde ha forjado su aparición. Estas no son contradicciones, en lo absoluto, puesto que uno puede ser un fascista, un comunista, un neoliberal si tiene la conciencia plena que la aplicación de la doctrina al pie de la letra al cambio de la sociedad han demostrado ser acciones infructíferas pues todo cambio viene y depende de muchos factores. Si bien, la doctrina, la ideología son el norte que guía y motiva las ideas y acciones, la misma doctrina como esencia demanda que en determinados momentos, la realidad demanda adaptar, re orientar conceptos o aplicar medidas provenientes de otros campos doctrinarios en vías a realizar el gran objetivo de transformación que sostiene la ideología del “partido”.
La hermandad
Necesario es tener en cuenta que este tipo de partidos necesitan funcionar externa e internamente como una hermandad que se vea demostrada y fortalecida desde los cuadros principales del mismo, es decir, que las cabeza visibles del movimiento deben ser en la teoría y la práctica como uno solo, es allí donde se cimenta la fuerza del partido, en cuadros fuertes, que sean los rectores de la ideología del mismo a los correligionarios.
A lo anterior, el sentimiento de hermandad, es el primer paso para construir la mística del militante, el elemento vital para que este se mantenga dentro de las filas del partido y sea no solo un miembro más sino una propaganda andante de la ideología del partido.
Y, pues ¿cómo se genera esta mística de tal manera que no pueda ser contrarrestada, combatida ni destruida por factores internos y externos al militante del partido?
El sentido de pertenencia
Como se mencionó, demostrando que dicha organización funciona como una hermandad ya se tiene un primer paso.
El acoger a los nuevos miembros como iguales (aunque no necesariamente lo sean) es un segundo paso. Lo siguiente es hacerlo sentir parte de algo y para ello, las reuniones, la comunicación permanente, el trato de a iguales, los distintivos y esas cosas pequeñas de hecho pero grandes de significado interno en cada miembro (términos que definan una distinción del resto y que a la vez los hagan sentirse formar parte de algo propio) marcarán la diferencia, porque antes de tener una mente predispuesta al adoctrinamiento es necesario hacer que sus sentimiento, que su corazón se unan en alegría y comunión con el partido, es entonces que dicha mente, ya favorable al partido estará condicionada, inevitablemente, a escuchar y aceptar el pensamiento del partido hasta hacerlo parte de su vida, de sus pensamiento, de sus acciones, inclusive, parte de su vida diaria.
La mística
Todo partido que se haya respetado en el mundo es y debe estar consciente que su existencia se debe solo a su militancia sustentada en su ideario. Así mismo, todo partido político de doctrina sabe que debe tener un espíritu casi religioso, donde el paradigma ofrecido por la doctrina, irradiada a través de los líderes, debe tener la misma carga “cuasi” mesiánica que las ideas religiosas; y es aquí donde la racionalidad que debería caracterizar a la práctica de la política entra a tallar en lo subjetivo, en lo sensorial, en lo emotivo, porque un partido sin doctrina es un partido sin cabeza, porque un partido sin mística es un partido sin corazón.
Y eso es, pues. El partido debe ser un ente racional y a la vez emocional, donde el pragmatismo debe funcionar en torno al cauce de los hechos políticos en determinadas situaciones.
El adoctrinamiento
Solo entonces viene la enseñanza consciente de la doctrina del partido (esto no quiere decir que en los momentos previos antes descritos no se hable o discuta sobre ella y su relación con la realidad, simplemente, se van dando pequeños esbozos, pinceladas para que la mente del individuo esté totalmente dispuesta a aceptar la doctrina posteriormente) con los puntos programáticos expuestos con más profundidad, mezclando la lógica, los subjetivo y su aplicación a la realidad. De esta manera, la militancia rebaza el plano subjetivo de la fe para dar paso a una “conciencia” místico - racional de la realidad nacional que comparte un conocimiento doctrinario, político, social y económico de lo que le rodea sumado a una mística según la cuál esa es una verdad, la verdad que puede generar el cambio y la transformación.
La enseñanza de la historia
Al respecto, la historia del siglo XX nos da los mejores ejemplos de lo expuesto arriba al nombrar a agrupaciones como diversos partidos comunistas, el fascismo italiano, el nazismo alemán, la Unión Revolucionaria en el Perú, así como el APRA quienes impregnaron a sus seguidores de un dinamismo que lindó con el fanatismo, que llenó de una voluntad vehemente en creer en sus postulados como “la verdad” que movería el cambio y que, de una u otra manera (sin juzgar para bien o para mal) lo hizo en determinados momentos de la historia de los países donde surgieron. Y, a pesar que, ideológicamente son los movimientos mencionados arriba poco afines, si los caracteriza, el sentido de pertenencia, esos detalles, gestos que los diferenciaban; por ejemplo, los comunistas con su martillo y la hoz, el puño derecho cerrado en alto, términos como “camaradas”; el fascismo italiano con sus camisas negras; los nazis alemanes con el saludo del brazo derecho extendido, el grito Sieg heil, la banda roja con la esvástica sobre el antebrazo; así como la UR peruana y sus ritos liderazgo mesiánico; o el APRA con su distintivo de “compañero”, el pañuelo blanco, etc.
E, inclusive, podemos citar al Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso quien llevó a paroxismos mesiánicos y genocidas los postulados arriba señalados. Salvando las distancias y el asco hacia esa organización terrorista, si es importante destacar el componente místico, religioso, de sujeción, de despersonalización, de fe ciega y vehemente, de entrega total hacia lo que ellos creían “justo” (este término, obviamente, está entre comillas para dar énfasis y marcar sarcasmo respecto a dicha palabra) Esto no lo destaco yo, solamente; todos los estudiosos del tema del terrorismo en el Perú y de SL (llamados “senderólogos•) destacan que este fue uno de los factores primordiales para que la organización terrorista pudiera lograr poner en jaque al Perú por 20 años. Incluso, un ex presidente de la nación, el aprista Alan García Pérez, remarcó dicha convicción implícita a todo militante senderista.
Por eso, un partido necesita generar en sus miembros el sentimiento que pertenecen a algo más grande que ellos mismos, que sea más grande que sus vidas mismas, que su devoción se equipare a la que sienten por Dios, por su madre, por su familia, que esté a ese nivel de sublimación donde el individuo es capaz de hacer y dar todo por aquello que considera superior a sí mismo.
El liderazgo y la lealtad
Todo partido, siendo este de masas o no, necesita de una dirección y por tal de un liderazgo que debe generar un número determinado de figuras principales que sean aquellos quienes representan y van delante de la escala partidaria por ser ellos, precisamente, responsables de la doctrina y el accionar político del partido. Toda organización cuenta con ello.
Sin embargo, el liderazgo debe estar sustentando si bien en una dirección debe estar resumido en un líder cuya visión, carisma, capacidad de convocatoria sea aquél motivo que genere en la militancia y consolide la mística del correligionario, que sea aquél que sea capaz de arengar e insuflar el espíritu partidario en los miembros del mismo, que sea aquél o aquellos que, justamente, expandan el denominado sentimiento de hermandad y pertenencia a niveles de misticismo mezclando lo racional (la doctrina) con lo emocional (los sentimientos), lo cuál garantizará, en buena medida, la unión y armonía del movimiento.
Por eso, un liderazgo fuerte, vehemente y cohesionado se verá reflejado en la disciplina del partido, en la fe ciega hacia su doctrina que harán posible la lealtad hacia la organización, su estructura, su idea, su acción, sus líderes. Porque es la lealtad, una vez consumados los pasos anteriores, el componente principal tras ello pues, no termina en el adoctrinamiento y el misticismo la tarea del partido, sino recién empieza una tarea delicada sutil pero directa, al mismo tiempo, que es el hecho de mantener unida a la militancia, que los eventuales problemas que pudieran surgir en su seno sean destruidos por medio de postulados tanto lógicos como irracionales, que es, al destruir la disidencia de unos, al dejarla por los suelos donde el resto de partidarios sentirá que su convicción, que su fe es la indicada y cual fiel con un santo, esta, simplemente, se intensificará. Y es allí, donde el rosto del líder o líderes debe servir como ejemplo y como guía.
Ejemplos del fortalecimiento del liderazgo y la lealtad nos dan las críticas y autocríticas que hicieron, por resaltar algunos los comunistas rusos al siempre poner como modelo la vida de Lenin, las diferentes posturas que Haya De La Torre hacía tomar a su militancia para al final siempre dejar en claro la verdad de la doctrina del aprismo, la vehemencia del nazismo y el fascismo italiano en remarcar sin temor a dudas que ellos eran la verdad única para luego socavar, mezclando argumentos racionales e irracionales, la ideas y acciones de pensamientos antagónicos a ellos. La consecuencia fue solo una: el fortalecimiento dentro del movimiento.
La pregunta ¿qué hacer?
Y esta tarea es la más difícil ¿cómo infundir un espíritu religioso, devoto hacia un partido político en el mundo pos moderno del siglo XXI con la Globalización a cuestas, el consumismo degradante y la era de la información que es un bien y un mal, al mismo tiempo? ¿Cómo comprometer, involucrar a las personas, en este caso, la juventud, sin que su militancia corresponda a la moda, a la mera y simple inquietud? Es una cuestión difícil de dilucidar, sin embargo, es cierto que las preferencias, las aspiraciones humanas más elementales pueden servir como punta de lanza.
La doctrina en relación con las aspiraciones universales
Los partidos de masas, saliendo del plano místico, siempre han aspirado a cosas muy simples y que, al mismo tiempo, son las más complicadas de realizar sea cual sea la ideología. Estas podrían resumirse en “justicia, equidad y bienestar social”.
Es allí donde los partidos de hoy en el Perú han fracasado, porque toda doctrina que se respete aspira a un cambio verdadero y todo cambio proviene y depende de las necesidades y subjetividades universales a todo individuo. El problema con la partidocracia peruana es eso, que se han llenado de partidos sin un ideal, sin una aspiración común a todos (nuevamente, entramos al plano subjetivo) esto se puede manifestar en diversas vertientes, izquierda, derecha, etc, pero responde a ensoñaciones singulares al subconsciente humano y es, precisamente allí, donde los nuevos partidos que surjan bajo banderas doctrinarias serias deben apuntalar.
El reto de hoy en adelante
Para muchos, es de suponer que esto sonará siniestro, hasta fanático, cosa que no lo es, creo haber escrito nada que los partidos serios no hayan desarrollado. Pero la realidad del Perú es otra, donde en el mundo “desarrollado” los partidos dejaron de ser de masas para volverse de cuadros, en este país eso ha demostrado ser aún no practicable y, por el contrario, demanda de organizaciones que sean capaces de comprometer a una población desidiosa, apática hacia temas políticos siendo esta la tarea, como espacio político de la sociedad, de los partidos; de decirle a esa juventud “estúpida” que si quieren un mejor gobierno, que si quieren mejores representantes, que si quieren ser escuchados, que si ya es hora de leyes que representen en verdad los deseos y anhelos de la nación es IMPRESCINDIBLE que se comprometan y preocupen de la política todo el tiempo, no solo cuando llega la hora de elegir en ese jueguito infantil de la democracia llamada “votación”, “elecciones”.
Esa es pues, la tarea de las organizaciones políticas de hoy, pero ellos han claudicado, han dejado su función en el vacío porque la nueva clase política, de derecha y de izquierda, ha perdido su rumbo, su norte en su afán carroñero por seguir subsistiendo y viviendo de la política; que esto, pues, no sea un factor que desanime a la gente de “mi generación” ni a la que viene detrás de nosotros, sino todo lo contrario; que sea el motor para ser parte de esa sociedad hoy copada por viejos políticos jurásicos y bribones politicoides que nos ven como las ovejas, siempre bien arreadas que somos, porque lo hemos permitido ¿lo seguiremos permitiendo?
1 Blasfemias:
Hola Joel.
completamente 100% de acuerdo con las ideas expuestas.
Ojalá encontremos la salida a este "todo mal" que nos abruma.
Cuenta conmigo.
Saludos
Felix Torrealva
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