Generación y Decadencia (parte I)

sábado, 24 de mayo de 2008

Cuando camino por las calles de Lima no puedo evitar sentir un cierto asco de todo cuanto veo en derredor. Hace poco que se realizó la famosa cumbre del ACL-UE y la capital peruana se ciñó bajo una serie de remodelaciones y reconstrucciones para lucir un mejor de la ahora “Lima, La horrible”.

A pesar de vivir en esta ciudad por casi 23 años hay algo en ella que todavía me parece repugnante y estresante. No se si será su plomizo y combustionado cielo, o quizás sus abrumadas calles en las que muchas veces uno no puedo ni siquiera pasar sin codear a tanta gente, o a lo mejor los micros, combis, cousters y ticos que perturban una conversación, malogran los tímpanos, o crean los infiernos invivibles que son las pistas de esta otrora Ciudad de Los Reyes.

No Illusions

Yo pertenezco a una generación frustrada, sin símbolos de identidad tangibles, despojado de las alegrías espontáneas y hasta banales de algún espectáculo de masas, Mi generación nunca ha visto en su vida a la selección de fútbol llegar a un mundial, tampoco hemos visto un gobierno decente que en verdad haya hecho algo productivo por el país. Mi generación es aquella que creció con las noticias de los cochebombas, los atentados terroristas pero, que de algún modo lo veía lejano, no como algo real. Muchos en la infancia jugaban a los terroristas (en mi barrio lo hacíamos y como si fuera poco, el chico que siempre era el “terruco” tenía rasgos menos occidentales). Somos la generación de la educación mediocre de los 90, somos la generación cuya comprensión de lectura es la peor de Latinoamérica. Una generación que creció con la violencia a flor de piel en los dibujos animados, aquella que no tiene ídolos para sentir propio y se refugia en la extranjería que tan bien se nos ha dado seguir y vanagloriar siempre.

Lima es decadente, como su gente, como yo, como tu, que eres o bordeas mi mismas edad entre los 20 más o menos. Esa palabra no quiere decir que seamos malos o nuestros valores negativos, tan solo que la sociedad que habitamos ha perdido muchas cosas que antes la hacían mucho mejor (sabiendo que lo antiguo también tuvo sus fallas).

Ni de inga ni de mandinga

Una de ellas es el racismo. Es verdad que en el pasado existió, pero téngase en cuenta el contexto de la época donde era algo visto con naturalidad. Sin embargo que después de tantas reivindicaciones y cambio de pensar en pleno siglo XXI se siga generando esto es símbolo de lo obstruido que estamos en cuanto a la ética y la moral. Así, el blanco cholea y negrea, el cholo negrea y blanquea y negro cholea y blanquea. Aquí no hay que pobre negrito ni pobre el cholito, es un constante feedback de racismo puro, que sigue siendo aceptado más no aceptado en público.

Filisteos pos modernos

Cuando pienso en Dios, no, me equivoco, no en Dios, él no tiene la culpa. Reformulando. Cuando pienso en la religión, por lo menos en el Perú, me doy cuenta que hay mucha desidia respecto a esta, sobre todo en los jóvenes, es decir, en la gente que comulga con mi edad.

Todos, o mejor dicho la mayoría, dicen creer en Dios, ser católicos pero ninguna practica, ninguno de ellos ha leído por iniciativa propia la Biblia, tampoco saben mucho acerca de la historia del pueblo elegido por el Dios cristiano y judío. Quizás, y como ha sucedido a lo largo de la historia del catolicismo en el Perú, este ha sobrevivido por tradición más que por convicción.

Cada vez se puede ver más un pensamiento laico o seudo laico camuflado con el dicho que uno vive la religión a su manera. Yo, personalmente, creo en Dios, pero lo cuestiono, no soy católico ni de ninguna secta y veo la vida haciendo una mezcla entre mi propia concepción de lo ético y moral, mi creencia en la doctrina de Jesús de Nazaret junto con la de otros tantos pensadores y demás. Es una visión mezclada, entre ellas la cristiana.

No es que los jóvenes no tengan en qué creer, me parece que ahora creemos más en nuestra propia fuerza motriz, que la letra de una canción pueda significar más que un libro “sagrado” o que una buena historia pueda ayudar a reflexionar acerca de N cosas. Pero por otro lado, en el Perú el cristiano (como dije antes) sobrevive por costumbre y eso lo reviste de una fina carcasa, muy adornada y pomposa que detrás de ella no es más que decadente como huesos de fariseos.

Cholitud rescatada

Esto, de manera alguna u otra ha hecho que muchas personas se interesan por conocer nuevos ritos, pero también por conocer la forma de pensar de los antiguos peruanos, de cómo entendían la vida, la muerte y los valores que los caracterizaban. No es el Inkarri vuelva como prometió, es que la “promesa” de la religión occidental se muestra nula en la práctica de un mundo capitalista donde los nuevos valores son el consumo, estar a la moda, cuanto tienes tanto vales. Muchos, buscando una “promesa” distinta optan por otro tipo de fe o rebuscan en las concepciones de los hombres peruanos del pasado.

Esto es particularmente interesante pues de algún modo y otro lo andino, lo que tiene que ver con el Perú pre-hispánico está comenzando a formar parte de la identidad nacional, a tener el valor que perdió hace más de 400 años.

Distintas expresiones han tomado lo andino para juntarlo con lo moderno y hacerlo algo muy peruano del siglo XXI. Una de ellas es la música, bandas como la Sarita, Micky Gonsalez, Flor de Loto y hasta en el sonido más underground como el Black Metal se ha hecho presente en bandas como Illapa, cuya lírica trata de temas mitológicos del antiguo Perú. Así mismo, en la gastronomía, la cocina Novoandina es el nuevo boom en muchas mesas de cinco tenedores a nivel mundial, aunque en nuestro país todavía sigue siendo un estilo que no baja al llano. El mismo mercado, el capital, se ha dado cuenta que lo andino, los temas de nuestras culturas autóctonas genera muchas ganancias. Por ejemplo, antes era imposible ver un polo llamativo con un diseño andino pues era considerado de mal gusto; ahora eso ha cambiado y es visto con ojos diferentes. Así mismo ocurre en la cerámica decorativa.

Epílogo Primero

El Perú, dominio anterior de Incas, Huaris, Puquinas, Chimus y Chavins es hoy por hoy una nación que busca encontrar su identidad. Es el momento cuando por fin podemos pensar por nosotros mismos. Es verdad, atacados por los mass media que tratan de decirnos cómo pensar, cómo reaccionar, pero ahora los jóvenes nos revelamos, quizás no a la manera en que se hacía en los 60 o en los 80, pero concientes que nuestro país en buena medida es “una mierda” a pesar de poseer tantas riqueza, potencia y capacidad para no ser un país desarrollado, pero si no reconocemos primero nuestras taras genéricas como sociedad no podremos aspirar a ser algo mejor a lo que ahora nos encontramos.

Si existe decadencia no es porque los jóvenes la hayamos creado, queremos cambiarla, pero muchas veces no sabemos “cómo” porque hemos crecido y vivido en medio de la debacle de nuestros valores como gran comunidad.

Pero, es menester reconocer el papel que nos toca jugar como fuerza potencialmente revolucionaria (en el sentido amplio y no sectario de la palabra) para generar esa transformación tan ansiada y dejar en cenizas del pasado esa frustración que a la mayoría de mi generación embarga, no como un sentimiento espontáneo, todo lo contrario, como parte de nuestras funcionalidades………


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