Amanecer gris

sábado, 7 de agosto de 2010



Hoy amaneció demasiado gris, mas gris no está mi alma.

Aquella mañana de agosto de hace tantos años, cuando la vida era mínima, los sueños ensueños y los deberes tontas tareas de escuela, yo salía tan temprano con la niebla baja, los faros de mi ciudad aún en “ON” color amarillo sin que nadie ya los pudiera notar.

Hoy amaneció demasiado gris, mas el gris no lo encuentra a mi espíritu.

Cuando los grandes templos, los mundanos y paganos Dioses verdaderos merodeaban la tierra los hombres, yo, tu, ella, hubiéramos vivido, convivido, amado como lo hacían las criaturas de la mórbida noche: sin tabúes, sin falsas cogniciones, ni tampoco estériles connotaciones impuestas por la falaz vaguedad de una asexuada cruz.

No entiendo los códigos de la naturaleza, soy una bestia de la modernidad, la ciudad, las luces, el ser cosmopolita ha desnaturalizado parte de mi humanidad, actúo como los demás lo hacen, como el ser humano prepotente que mira sobre las murallas de su reino viendo lo de fuera como algo conquistable, un trofeo, una mercancía una fuente de vida, y no como una parte de la existencia misma.

Hoy amaneció gris, mas gris nunca estuvo mi corazón de melón.

Esos días de invierno en esta ciudad son los mejores. Esos días de invierno. Esos días de invierno como los de junio, si, tan gélido y acogedores. El frío de junio, si, junio, ese mes en que la vida y el calendario destinaron mi alumbramiento, y quizás sea ese mes, ese invierno, esas nubes grises casi pinceladas del cielo limeño, las garúas queditas y con olor a nada las que hayan condicionado mi determinación y falencias como ser humano.

Hoy amaneció gris, mas grises siempre he visto estas calles.

Yo me recuerdo caminar por las calles de mi Breña, andar bastante por las avenidas de Jesús María, transitar por pequeñas calles de la ambigua San Isidro y me veo pasear por los espacios añejos del centro de esta ciudad.

Rostros van, rostros ya no están, pero todos parecen copados, tan imbuidos en pensamientos, ideas, deseos. Tan ensimismados en sus minucias, cada quien tiene el sufrimiento más grande del mundo. Lima es una ciudad que vuelve a las gentes egoístas, no se si es su ritmo de vida, no se si es su clima, no se si es su herencia, no se si es, simplemente, que la gente somos una total mierda.

Hoy amaneció gris, mas grises no son los colores del ocaso.

El verano siempre ha sido la tortura de mi vida junto con mis alergias y último mis huesos. Mas aún, cuan insoportable sería este si antes del triunfo de la noche sobre la luz del día cayera como emisor de la oscuridad el crepúsculo, el ocaso, la luz que cambia los colores de la piel, la tonalidad de los colores, el sentido de las cosas, la bravura del mar, el regocijo de las aves, la estupidez de los peces, las risas de los bañistas, la dicha de las niñas.

Ese momento, ese preciso instante cuando el sol, poco a poco baja, vencido, resignado, mutando sus colores de intensos brillosos a oscuros naranjas con atisbos de rojo. El cielo tornado antes celeste o gris se vuelve de espaldas y deja caer la ambigüedad majestuosa del día moribundo; en tanto la noche acerca gustosa pequeños rastros de su morbosa sonrisa sobre la tierra invocando a los espíritus, amando a los no amados, deseando la profanación de todo cuanto la luz añoraba amar por siempre hasta el fin del tiempo sabiendo que ella volverá a triunfar cuando el alba resuena como jolgorio para saberse nuevamente vencida y así por toda la eternidad.

Hoy amaneció gris, mas gris no es el reflejo del espejo.

Dicen que los espejos son también portales que dejan atravesar a los espíritus hacia este mundo o, al menos eso es lo que creen en la existencia en un mundo alterno al que nosotros, seres de carne y esencia habitamos.

Yo no lo se, quizás nunca los sepa, quizás eso me de igual, ¿debería importarme? Ya no lo se. A lo mejor, si es que existe ese mundo alterno o adyacente a este, los humanos no estamos destinados a saberlo ¿por qué deberíamos saberlo, no? Quizás los espejos fueron creados con esa segunda finalidad, quizás son ventanas a otros lares y no tan solos reflejos de la verdad física del ser humano.

¿Qué veo cuando me miro al espejo? ¿Me miro al espejo? O ¿solo paso por el para cerciorar si todo en mi cabeza anda como debería estar? Me miro, si, unas veces sonrío, otras ni siquiera me inmuto, otras muchas yo paso desapercibido para mi mismo. Y es algo tan “normal”.

Hoy amaneció gris, mas gris no es mi soledad.

Ya no se cuando fue, no se cuando sucedió, mucho menos cómo se presentó, mas ella siempre ha sido alguien presente, intangible, nunca palpable, bastante silente, siempre penumbrosa, jamás quejumbrosa, a veces insípida, otras veces con aspiraciones suicidas, pero siempre ella, eterna, imperecedera, abstracta como solo ella no hay, incomprendida por casi todos, menos por mí. Soledad ¿hace cuánto que habitas en mí?

A pesar que los inviernos de mi vida sean un cuarto de siglo, mi esencia solitaria, mi naturaleza esteparia, necesariamente introspectiva y las lagunas en mis emociones han moldeado mi carácter austero y alejado de todos y de todos.

Los abismos de mi persona son las espinas de una rosa negra, brillosa, lustrosa, sedosa pero tan ponzoñosa. Raudas cercas que pocos pueden atravesar y no porque mi persona así lo quiera, es que es mi esencia la que aflora y crea esas barreras tan especiales, tan selectivas. Es pura y a la vez morbosa. La soledad que conlleva a la paciencia, a la espera, a la sabiduría, al autoconocimiento y realización espiritual, a quemar el cerebro hasta, simplemente distanciarse de todo aquello que el resto piensa debe ser “OK”, aquella que despliega su fría pero tierna mano hacia espacios densos, sombríos, melancólicos, destructivos, donde un renacimiento a la inversa sucede, la muerte del yo común y banal, para dar paso al avistamiento de un fulguroso resplandor, más vivo, más nítido, propio, mío.

Estar con todos y a la vez con nadie es mi sello personal, nadie lo nota porque nadie me nota, y eso me hace sentir bien porque el desprecio a ser el foco de atención es algo que me repulsa sobre manera. No porque tema al público, sino porque me veo a mí mismo como aquél individuo que centra su existencia en auto desarrollarse de manera secular, personalista y muy pero muy taciturnamente.

Hoy amaneció gris, mas gris es la esencia de aquellos llamados lacayos.

Las risas, mofas, desprecios, miradas burlescas son típicas de aquellos que no entienden y que, lo más seguro, no quieren entender a aquello que les sabe diferente y, pensándolo bien ¿a quién no? Cuando ven a un autoproclamado paria que habla con la soltura y desvergüenza que ellos no pueden ostentar no hacen sino blandir la ignorancia de sus chistes, toscas imitaciones y comentarios cargados de falsa moral.

¡Lacayos! Les llamo, pues hacen de la hipocresía, la mentira y la doble moral un juego de caballeros dignos, de paladines de su amada cruz. Si ese es el mundo que su Dios ha prometido pues yo, sin ningún temor ni compunción “me revelo hasta la muerte” y reniego y blasfemo todo aquello que los santos eunucos adoran y engañan con cada paso, palabra o acto que hagan.

Porque si ser fiel a lo que digo mediante lo que hago, si demuestro ser leal para conmigo, para lo que creo, si trasciendo más allá de la obras de “caridad” solo para no arder en el trono de Belcebú, si exhumo mi raíz santa para ser una estepa pagana, si puedo ser un animal provisto de razón y amor, en vez de un peregrino desprovisto de discernimiento y corazón, entonces puedo mirar la oscura noche, bañado en cáliz de su desgracia, mirando incólume la ignorancia de tantos, mientras todo yo renace y se vuelve uno en armonía con todo cuanto me rodea.

Así, un espíritu libre no se ata a falsas libertades típicas de una sociedad rebozante de mentiras y falsas decantaciones, un espíritu libre no experimenta la libertad en las fauces del alcohol, un espíritu libre no siente la libertad en un “tono” embrutecedor. Un espíritu libre goza de la libertad cuando está más allá de cualquier ansia mendaz.

Hoy amaneció gris, y el gris no es tan blasfemo como el negro.

Cuando las sombras siempre se desplegaron sobre mi aura, cuando estas me acogieron en su seno, cuando estas me enseñaron el sendero verdadero de esta vida, lo que ella me tenía deparado, la negritud es su luz, el exceso de luz me cega hasta el punto de permitirme ver mi camino, aquél que yo he elegido y deseo seguir.

Porque escupir una cruz no se hace con el esputo sino que nace como idea insurgente, se vuelve vehemencia cargada de inconsistencia para tornarse una percepción consciente de lo que es el mundo que detesta, la negación de la falsedad imperante y todo aquello cuanto los seres humanos rampantes dicen creer pero no hacer.

El viento sopla en diversas direcciones, hacía los horizontes, la corriente de los tiempos arrastra a miles a cientos de destinos infames, sin final, sin sentido. Yo elegí condesarme con los viejos que se desprende de los habituales y andar por las zonas donde el pensamiento humano no se atreve a adentrar, donde la menudea del hombre solo encuentra consuelo en la mofa boba o en el desprecio sin articular.

Soy un mundano, un despojo de la sociedad actual, pues si esta ve a sus ovejas autómatas como verdaderos hijos de la luz, yo, que soy esencia pensante y de libertad, soy una lacra, un “outlaw” lleno de vitalidad, lanzo una mirada orgullosa por ser lo que soy a aquellos cuya sombra llena de sorna tratan de envenenarme.

Hoy fue otro amanecer gris.


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