La Verdad de la Independencia

martes, 28 de julio de 2009

El 28 de Julio es para el Perú un día de fiesta, un día de regocijo nacional, se celebra la independencia, la liberación del yugo español, el día que las cadenas de la servidumbre y esclavitud se hicieron añicos ante la fuerza del ideal de libertad.

Pero ¿acaso la independencia del Perú significó verdaderamente eso? O más bien ¿no fue un hecho aislado, donde algunos criollos dejaron de depender de España y mantuvieron intactas las estructuras sociales, económicas y de opresión intactas? ¿La República ayuda a un cambio de pensamiento de sociedad basada en la servidumbre a un proyecto de Nación unida? ¿Fue y es la República peruana un proyecto de frutos visibles en la actualidad? Este post trata de dar algunas respuestas a estas preguntas.

Nada de Independencia ¡Queremos ser españoles!

A palabras del historiados peruano Nelson Manrique la forja de la independencia comienza en 1808 cuando la tropas de Napoleón invaden la España feudal, desterrando a su rey e imponiendo a su hermano José “Pepe Botella” Bonaparte.

Es a raíz de este suceso que el poder absolutista de la familia Borbón cae en desmedro, el vacío de poder llama a la formación de las famosas Cortez de Cádiz grupo que asumió las funciones de gobierno de España al no reconocer como soberano al hermano de Napoleón.

Estas Cortes estaban formadas por tres grupos: los Absolutistas, quienes abogaban por el regreo de viejo poder de los reyes con todos sus poderes, los Reformistas, quienes planteaban reformas de carácter estructural, y los Liberales quienes eran partidarios de reformas inspirados en los principios de la Revolución Francesa.

Dentro de este grupo destacaron muchos ilustrados tanto de las colonias de México y Perú, quienes se alinearon al bando Reformistas. La idea de estos criollos ilustrados no era la de buscar la independencia de sus territorios, todo lo contrario era la de buscar la perseverancia de estas tierras a España pero como provincias.

No estaban interesados en la “libertad” pues sabían que este proyecto era mucho más arriesgado y complicado que querer manejar las riendas del poder español desde adentro.

Para ellos muchos de estos criollos abogaban por reformas tales como el reconocimiento de un soberano pero con poderes limitados. Es decir. El rey reina pero no gobierna. Para tales efectos, apostar por una organización al modelo inglés era el postulado clave para los Reformistas criollos.

Sin embargo, estos proyectos son desechados cuando las fuerza Bonapartistas son expulsadas de España y es repuesto el rey Fernando VII, y con él el viejo absolutismo de mano dura, paternalista y feudal, echando por la borda los proyectos reformistas y con ello, la esperanza de los criollos americanos de ser considerados como “españoles”.

Por tal, que los llamados próceres de la Independencia no tuvieron un afán libertador, sino un afán españolizador, eso equivale a pensar que no estaban descontentos con el sistema imperante en las colonias, lo aprovechaban, el único problema es que no eran “españoles” por más abolengo y refinamiento que los acomplejados limeños hayan tratado de aparentar.

El Perú es libre e Independiente, ¿Por la voluntad general de los pueblos o de unos cuantos criollos?

En las escuelas del Perú se nos ha enseñado que hasta 1821 todos los peruanos éramos víctimas de abusos, opresión y maltratos por parte del invasor español, que la independencia nos devolvió la alegría que perdimos cuando Atahualpa fue muerto por ordenes de Pizarro.

La verdad es que la élite criolla disfrutaba de muchos privilegios, acomodada y favorecida de las bondades que la Corona española les daba como beneficio: haciendas, esclavos negros, sirvientes indios, comercio directo con la Metrópoli (España), rangos señoriales a los criollos leales. Esta gente siempre vio en la idea de independencia una amenaza, un quiebre a su orden de vida establecido, a su estructura social. Esa es la razón por la que el Perú fue el último país en tomar las banderas de la Independencia pues, mientras en la Gran Colombia o Argentina se forjaba un movimiento de liberales ilustrados quienes elaboraban un proyecto de país, aquí se vivía pensando en las dádivas que los Borbones acostumbraban dar.

Por eso, la declaratoria de Independencia del general argentino José de San Martín, no implica la liberación del pueblo peruano, simplemente significó una cosa: que el poder económico-político-militar pasaría a manos de los criollos peruanos, culturalmente españoles quienes (y la historia así lo contará) harán todo lo posible para asemejarse a esa España que añoraban y ya no tenían para acudir en ayuda.

Los criollos teniendo la oportunidad de cambiar las cosas no lo hicieron, las mantuvieron y perdieron una gran oportunidad de ser el país más avanzado de la región, y los hartos ejemplos de esto nos lo da la historia.

Sin embargo, para quienes no cambió las cosas (a pesar que ellos lo querían) fue para los indios y los esclavos negros quienes siguieron sumidos en la servidumbre humillante y la esclavitud lacerante respectivamente. Fueron ellos quienes dieron la cara en las batallas que consolidaron al Perú como nación libre y fueron ellos quienes engañados resultaron las grandes víctimas de este y muchos prometidos proceso de cambio e inclusión social

Lima es el Perú, el Perú es Lima

Si bien las estructuras sociales, económicas y de dominación se mantuvieron, incluso después de la Guerra con Chile que nos demostró lo fragmentado que era el país y que el Perú como proyecto no se encontraba siquiera en pañales (cabe recordar aquella vieja anécdota de los soldados chilenos cuando, después de una batalla contra el ejército peruano, los generales sureños preguntan a uno de sus soldados ¿por quién peleas? El soldado responde de inmediato “Yo peleo por Chile, mi general”, acto seguido se acercan a un soldado peruano herido y le hacen la misma pregunta “¿por quién peleas?” a lo que el peruano responde “ Yo peleo por el general Cáceres”, la respuesta desconcierta a los militares chilenos y no contentos con ello preguntan a otro prisionero peruano lo mismo, y este responde “Yo peleo por el presidente Piérola” y otro dice “Yo peleo por el general Miguel Iglesias”, ese era el Perú del siglo XIX) simplemente, NO EXISTÌA.

El Perú de entonces giraba bajo la idea del Gran Señor Feudal, un hacendado déspota y paternalista que se creía con derecho sobre la vida de sus indios y esclavos, regía en sus dominios con plena impunidad pues era a esos lugares donde la ineficiencia del Estado feudal por doctrina no debía siquiera tocar.

La guerra con Chile demostró lo desgastado que estaba este tipo de sociedad en comparación con la chilena, cohesionada bajo un proyecto nacional sólido, geográficamente homogénea, políticamente superior, estable, económicamente burguesa, con altas aspiraciones capitalistas, se enfrento a una sociedad feudal, pacata, sin un proyecto de país, de Estado sumida en sus complejos de castas, abolengos y razas, económicamente primaria e improductiva, nada competitiva, con una clase política inexistente, pues esta se movía al antojo de los caudillos militares y sus estúpidos levantamientos sin ton ni son. Ese era el Perú que hizo saltar la pus nacional.

Fue entonces cuando un proyecto seudo liberal, capitalista toma forma a finales del siglo XIX tras el triunfo de la revolución de Nicolás de Piérola y su segundo gobierno, que dio bríos de empuje moderno. Sin embargo, y como todo en el Perú una idea conlleva a un pero negativo, este proceso condujo al desarrollo desmedido de la capital en desmedro del resto de provincias del país, siendo Lima la ciudad cuyo empuje sobresalía dejando en el atraso y abandono al resto del país.

Esta tendencia se fue asentando conforme pasaron las primeras décadas del siglo XX, teniendo un especial acrecentamiento en el oncenio del dictador civil Augusto B. Leguía (1919-1930) época que coincide con la venida del capital norteamericano al Perú. Y, a pesar que algunos gobiernos como el de Bustamante y Rivero (1945-1948), o la intención mal planteada del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968-1980) tuvieron las ganas de hacerlo, al final solo contribuyeron a expandir el centralismo, el mismo que hoy por hoy presidente como Alejandro Toledo (2001-2006) o Alan García (2006) trataron y tratan de revertir, pero muy somera y torpemente, sin considerar los aspectos amplios de una deslimeñización total, no solo abarcando los ámbitos económicos y/o administrativos.

Yo soy o blanco o mestizo, pero NUNCA indio

Siempre he creído que uno de los factores por los cuales el Perú nunca ha consolidado más allá de papel un proyecto como nación, se debe a sus complejos, sobre todo, aquellos relacionados a la pigmentación de la piel.

No está de más decir que el Perú (y esto es un dato estadístico) es el país más racista de América Latina. No es un gran descubrimiento si nos ponemos a observar (ni muy acuciosamente) la manera como nos expresamos. Todos raceamos a alguien, el blanco al cholo, el cholo al indio, el indio al negro, el negro al blanco y así repetidamente se vuelve un círculo vicioso. Un mal endémico.

En su libro “Nos Habíamos Choleado Tanto” el psicoanalista peruano Jorge Bruce expone estas y otras ideas muy lúcidas, por cierto, sobre el tema del racismo en el Perú y como este parece un síntoma casi genético en la idiosincrasia del peruano.




Otro dato que agregar es que hay una obsesión nacional por aparentar ser todo menos autóctonamente peruanos. Lo indio, lo nativo, lo selvático es visto como algo pintoresco, como algo turístico, pero como algo digno de imitar. Está de más decir que la mayoría de costeños, sobre todo limeños, viajan al interior del país con una visión de turistas y no de peruanos, miran el Perú con ojos de extranjeros, como una realidad ajena a ellos, algo que no es parte de mi identidad más remota.

No es de extrañar que cuando el problema de la subversión desatada primero por el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso y luego por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) en las tierras de Ayacucho, la gente y políticos en Lima no sintieran el problema como suyo, era una cuestión indios matándose entre ellos, a nosotros que no interesa lo que esos indios hagan, quizás pueda ser ese el resumen de la mentalidad ante dicho problema. Tuvieron que pasar 10 años (DIEZ MALDITOS AÑOS) cuando el terrorismo decidió que era hora llevar la guerra a la capital cuando los limeñitos todos fachosos ellos se dieron, oh sorpresa, estos terrucos ahora nos vienen a joder, manyas, puta, hay que matar a esos hijos de puta, es entonces cuando el Perú Oficial se da cuenta que existían unos grupos de rebeldes que mataban sin misericordia ni remordimiento.

Así mismo, el indio es visto como un ser inferior, borracho, ignorante, apestoso, incapaz de hacer algo por sí mismo, revecero, traidor.

Si quieren un ejemplo claro de este paternalismo criollo hacia el indio que persiste en la sociedad mestiza del Perú vayamos a lo sucedido hace unos meses en el conflicto en Bagua. No entraré a narrar dichos sucesos porque son harto conocidos por los peruanos y creo que por buena parte de la comunidad internacional (si no es así, den una leída al artículo publicado en este blog llamado “Bagua, desp
ués del Infierno”)

Una vez ocurrida la tragedia, salen las fuentes del gobierno a decir que agentes extranjeros (venezolanos y bolivianos) ha manipulado a los nativos para levantarse en contra la de democracia, que se aprovecharon de su inocencia, de su falta de conexión con el mundo moderno, de su escases de conocimiento, aquello que les llevó a hacer lo que hicieron. Es decir ¿los indios no tienen la capacidad mental, cognitiva ni organizativa para organizarse, ni plantear plataformas de protesta que aboguen por la defensa de sus intereses territoriales y comunales? No necesitaron usar calificativos racistas ni denigrantes para decirles a los nativos que no son ciudadanos de verdad y que no vale la pena hablar con gente inferior.

Ese es el Perú de ahora. Eso salió de la boca del impresentable de Alan García que de democrático quizás solo tenga el nombre, porque en sus usanzas políticas demuestra tener poca decencia, autocrítica, cordura, humildad y mucha soberbia, sorna y falsa autosuficiencia (solo den un revisión a su mensaje a la nación por Fiestas Patrias, donde lo que más abundó fue la auto adulonería)

Perú = ¿Nación?

Para terminar estas líneas solo puedo decir que a pesar de ser peruano y de sentirme orgulloso de haber nacido en esta tierra hermosa, dichosa en virtud de su geografía amplia, variada, compleja, de su diversidad biológica, única en el mundo y sin comparación, de las diversas culturas andinas que habitan en esta tierra privilegiada, el rico pasado histórico lleno de gloria, sabiduría y fuerza, de la deliciosa e inigualable comida, símbolo de nuestra nación, sentimiento que se lleva incluso fuera de la tierra que nos vio nacer, a pesar de ser dichoso de tener en el vóley una esperanza de alegría y emoción, a pesar que el Perú sea semillero de muchas cosas hermosas, me siento en un país raro, extraño, bizarro, que no llego a entender, que no llego a entender por esta gente que vive en esta ciudad llamada Lima, esta Lima llena de complejos, cuya mal irradia al resto del territorio, como una peste, veo que el Perú busca volverse una Lima más y eso me aterra.




El Perú quiere ser orgulloso pero se esmera en dejar de ser lo que le puede convertir en una nación sólida y unida, buscando patrones, modelos que no corresponden a nuestra realidad, mirando siempre el porvenir y lo mejor en aquello que no sea una bandera roja y blanca. Ese concepto de Perú no nos lo impone el enemigo imperialista como dirían algunos izquierdosos obtusos, nos lo imponemos nosotros mismos con nuestro usos y modos llenos de complejos ancestrales, algunos, incluso previos a la colonia. Revisen la historia inca y lo sabrán.

El Perú no cambiará con reformas del Estado, no cambiará con que algunas blanquiñosas desfilen con telas de alpaca tejidas artesanalmente, no cambiará con la mediocre selección de fútbol complazca a los mediocres hinchas yendo AL FIN a un mundial, no cambiará mientras todos los criollos cantas los mismos valses y no crean más, ni tampoco haciendo de Lima una ciudad cada vez más chola, porque esta contamina a todos los provincias y los limeñiza, ese mal del que Arguedas tanto despreciaba.

Para pensar en algo verdadero, un cambio radical, se empieza por uno mismo, el cambio individual, la toma de conciencia personal de cada individuo, luego vendrá la acción colectivo, la acción social, la acción política y la acción económica, porque la inversión privada podrá dar desarrollo material al país pero no romperá brechas socialmente aprendidas, ni culturalmente transmitidas.

Mientras no entendamos esto, mientras pensemos que estamos progresando solo porque ahora vemos más gente de piel no blanca en la televisión o porque estamos de moda a nivel internacional, en verdad no puede mirar la realidad con los ojos de frente. El Perú es un ideal maravilloso (nada utópico) como para dejar de creer en él. Empecemos creyendo en nuestra capacidad de hacer algo mejor como peruanos y todo lo que ello implica, entonces veremos de a pocos los frutos de nuestra tesón.

ETERNOS VIVAS PARA EL PERU GRANDE Y GENEROSO!!!!!






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