Comenzar de Cero
Cuando el ser humano dejó de andar de un lugar a otro, siempre errante, siempre cambiante, siempre indomable, los parámetros del conocimiento se revolucionaron. La civilización, las ciudades, las jerarquías reinantes y sus estratos condujeron a la inevitable desvinculación del hombre en su relación con la Naturaleza.
Con ello, las formas del pensamiento previas a la revolución neolítica quedaron de a pocos en el pasado, muy abstractas y extrañas para el nuevo modo de vida, producción y sociedad que surgía en las recién levantadas “ciudades”.
Alrededor de estos nuevos núcleos humanos de poder, producción y socialización surgió (dentro de las élites gobernantes) grupos de personas que se dedicaban a la comprensión de la realidad, del ser humano, de la naturaleza, e incluso del espacio; reflexionando sobre esto con la finalidad de dar una respuesta para aquello que les rodeaba.
Este proceso se dio antes y después de los antiguos griegos. Pero ¿por qué marco un antes y un después de ellos? Porque es a partir de allí que el pensamiento “mítico-mágico” deja de ser la razón única para explicar todo lo que concierne a la humanidad en general, dando paso al pensamiento filosófico que dio una interpretación “lógica” a la razón de ser de todo cuanto habita en la Tierra.
Este proceso se desarrollaría a lo largo de todo el mundo antiguo, teniendo un gran estanque en el milenio que duró el “Oscurantismo” que fue la Edad Media y patrocinado por la Iglesia Católica, abierta enemiga del progreso científico e intelectual de la humanidad en dicho período.
Fue a raíz del Renacimiento que comenzó una nueva época para el pensamiento humano, las artes; el conocimiento se hizo libre de restricciones, y es así como se empiezan a formar nuevos núcleos de personas que explicaban la realidad, los procesos sociales desde cierta perspectiva; pero hasta entonces todos estos provenían de los estratos altos de la sociedad de entonces.
En teoría, el intelectual es aquella persona que hace de su actividad la reflexión crítica de la realidad. Esto se encuentra vinculado con las artes, las letras, así como también proponer ideas, filosofar, contraponer principios contrarios para llegar a un resultado objetivo, entre muchas otras.
El devenir de los siglos, incluso la primera mitad del siglo XX, estuvieron dominados por una serie de intelectuales que hicieron vida pública proponiendo cambios en sus sociedades, sus entornos, en el mundo. Eran personas que no solo se encargaban de conocer la historia, los hechos del pasado, los personajes de los mismos, sino que planteaban soluciones, alternativas.
Veneno Inoculado
La sociedad de la información, el mundo posmoderno y la globalización harían pensar a cualquiera que el conocimiento estaría en las manos de todos, sin distinguir estatus sociales ni poder adquisitivo; y en cierto modo eso ha sucedido, pero (siempre debe haber un pero en este “MANIFIESTO BIZANTINO”) si bien la información y el conocimiento se han masificado como nunca antes, esta no es aprovechada como se debe. Esto, entre otros factores debilitó el accionar de los intelectuales en sus respectivas sociedades pues, ya no fungían como interpretes de la realidad, tampoco como pensadores.
La sociedad se vació, se quedó nula, pues no estaba preparada (ahora tampoco) para esa avalancha de información con que es bombardeada por los medios masivos (sobre todo internet, la gran autopista de la información) al no estar cultural ni mentalmente capacitada para segmentarla, procesarla y acoplarla. El proceso es veloz, es decir, que todo entra por la vista, se acumula en el cerebro, dando paso a más y más información sin que esta sea analizada pues no hay tiempo y tampoco es necesario si nos ponemos a ver la calidad de información que los medios habituales suelen comunicar.
La cultura actual es la que hemos heredado aquella generación nacida en los años 80. Una juventud bastante arisca al razonamiento del entorno que le rodea, bastante escapista respecto a los asuntos de su comunidad, de su sociedad, llenos de un mutismo cerebral que pocas veces se ha visto en los períodos de mayor bonanza y frivolidad (como la “Belle Epoque” europea de pos guerra) como si un aletargamiento hubiese estado incubándose desde hacía décadas, desde hacía siglos.
¿Por qué? porque…….
Pregunto ¿por qué sucede esto a la juventud actual?
La respuesta es simple: la sociedad consumista que es la consecuencia más frívola y perniciosa de la sociedad de la información y la globalización desde el punto de vista del mercado. La primera es un instrumento de la segunda para ampliar su radio de acción, la industria cultural que ha fomentado los moldes para una nueva comunidad, cuyos valores depende ahora más que nunca del que tiene más, de la necesidad de gasto en cosas innecesarias, lo que, sin duda, ha modificado el estilo de vida de las personas, sobre todo de los jóvenes que son siempre el público al que la sociedad de consumo pretende captar; con ello la manera de racionalizar y entender las cosas minimizando estos actos a meras conjeturaciones del momento, quitando todo el aspecto reflexivo que implicaba el simple acto de pensar respecto a…..
En una cultura como aquella, el intelectual, en el sentido estricto de la palabra, ha perdido cabida. En tal, no resulta extraño que hoy por hoy existan muchos escritores con mucho que escribir pero con poco que decir, con historias simples, de la vida cotidiana sin nada trascendental, meras historias de niños pijos con ciertos clímax en sus vidas. Pero pensadores de nuestra generación, NO LOS HAY.
Existe la vieja guardia de intelectuales, los más jóvenes surgidos en los años 80, uno que otro en los 90 y el resto de décadas anteriores, una vez conocidos por medio mundo, ahora relegados a los círculos académicos, de intelectualones modernos o a los ávidos espacios universitarios.
Sin embargo, hay una especie rara a la que no se le puede llamar “intelectual” pero que hace el esfuerzo, mantiene el feeling, posee la pose y hasta se introduce en los gustos de la vieja guardia; lo le llamo “el Intelectual Grumoso”.
El “Intelectual Grumoso”
El Intelectual Grumoso es un tipo como pocos, habitan entre la juventud del siglo XXI, su mente se expande por las redes del conocimiento, es un de los que ha sabido utilizar lo que la tecnología le ha puesto a la mano, un sujeto con un espíritu ávido de conocimiento, un pensador de los nuevos tiempos.
Este tipo de intelectual ha marcado una considerable distancia del “mainstream” del conocimiento para ir por sus propios cauces en busca del conocimiento real, conocer los hechos que han acaecido en su sociedad, aquello que la han marcado, así como en el mundo. De gustos alejados de la cultura pop se muestra un conocedor de esto y aquello. Un conversador habilidoso, un expositor interesante, un debatidor vehemente, concienzudo. Un loco perteneciente a la minoría de uno.
Tiene todos los requisitos previos para ser considerado un verdadero “intelectual”, salvo uno. La capacidad de proponer y crear algo más allá de la voluminosa crítica de esto y aquello.
El Intelectual Grumoso sufre de la enfermedad del siglo XXI: la desidia, la apatía, el escapismo; y son estos elementos los que nublan e impiden desarrollar la capacidad reflexiva de estas personas.
Solo basta montar conversaciones para darse cuenta que crítica mordaz y lúcida es lo que abunda, lo que reluce, lo que impresiona y le hacen a uno sentirse como en aquellas tertulias de antaño donde la crema y nata de pensadores, artistas y literatos se reunían para tomar, conversar, debatir, polemizar.
Pero la desazón es grande cuando la capacidad de propuesta, soluciones, alternativas se esfuman, o mejor dicho no hacen su aparición rampante.
Dentro de los intelectuales grumosos se pueden diferenciar dos tipos:
El Consciente, aquél que posee conciencia social, la actitud crítica y la dialéctica de entender y racionalizar los problemas, los hechos, las implicancias de lo que sucede y sin embargo deja sus ideas para los relatos, para los manuscritos y nada más, incapaz de hacerlas realidad o plasmarlas en acciones concretas; El Escapista, aquél que tiene el conocimiento, el que señala, el que critica sin plantear nada, el que vive su mundo sumergido en lecturas, concentrado en saber más y más sin tener cuando o para qué usar dicho conocimiento.
¿Sin futuro?
Desde mi punto de vista, la generación actual, a la que el redactor de este post pertenece, no está en la capacidad de montar un cambio pues ha perdido la facultad para proponerlo. A lo mejor se puede esbozar un panorama más alentador, pero la enfermedad que padecemos nos condena, se hace crónica, deviene de fuerzas que saben como mantenernos aletargados, siempre bostezando; una pandemia no social, peor aún, GENERACIONAL.
Obviamente que dentro de este grupo, quien escribe es un “Intelectual Grumoso”
Cuando el ser humano dejó de andar de un lugar a otro, siempre errante, siempre cambiante, siempre indomable, los parámetros del conocimiento se revolucionaron. La civilización, las ciudades, las jerarquías reinantes y sus estratos condujeron a la inevitable desvinculación del hombre en su relación con la Naturaleza.
Con ello, las formas del pensamiento previas a la revolución neolítica quedaron de a pocos en el pasado, muy abstractas y extrañas para el nuevo modo de vida, producción y sociedad que surgía en las recién levantadas “ciudades”.
Alrededor de estos nuevos núcleos humanos de poder, producción y socialización surgió (dentro de las élites gobernantes) grupos de personas que se dedicaban a la comprensión de la realidad, del ser humano, de la naturaleza, e incluso del espacio; reflexionando sobre esto con la finalidad de dar una respuesta para aquello que les rodeaba.
Este proceso se dio antes y después de los antiguos griegos. Pero ¿por qué marco un antes y un después de ellos? Porque es a partir de allí que el pensamiento “mítico-mágico” deja de ser la razón única para explicar todo lo que concierne a la humanidad en general, dando paso al pensamiento filosófico que dio una interpretación “lógica” a la razón de ser de todo cuanto habita en la Tierra.
Este proceso se desarrollaría a lo largo de todo el mundo antiguo, teniendo un gran estanque en el milenio que duró el “Oscurantismo” que fue la Edad Media y patrocinado por la Iglesia Católica, abierta enemiga del progreso científico e intelectual de la humanidad en dicho período.
Fue a raíz del Renacimiento que comenzó una nueva época para el pensamiento humano, las artes; el conocimiento se hizo libre de restricciones, y es así como se empiezan a formar nuevos núcleos de personas que explicaban la realidad, los procesos sociales desde cierta perspectiva; pero hasta entonces todos estos provenían de los estratos altos de la sociedad de entonces.
En teoría, el intelectual es aquella persona que hace de su actividad la reflexión crítica de la realidad. Esto se encuentra vinculado con las artes, las letras, así como también proponer ideas, filosofar, contraponer principios contrarios para llegar a un resultado objetivo, entre muchas otras.
El devenir de los siglos, incluso la primera mitad del siglo XX, estuvieron dominados por una serie de intelectuales que hicieron vida pública proponiendo cambios en sus sociedades, sus entornos, en el mundo. Eran personas que no solo se encargaban de conocer la historia, los hechos del pasado, los personajes de los mismos, sino que planteaban soluciones, alternativas.
Veneno Inoculado
La sociedad de la información, el mundo posmoderno y la globalización harían pensar a cualquiera que el conocimiento estaría en las manos de todos, sin distinguir estatus sociales ni poder adquisitivo; y en cierto modo eso ha sucedido, pero (siempre debe haber un pero en este “MANIFIESTO BIZANTINO”) si bien la información y el conocimiento se han masificado como nunca antes, esta no es aprovechada como se debe. Esto, entre otros factores debilitó el accionar de los intelectuales en sus respectivas sociedades pues, ya no fungían como interpretes de la realidad, tampoco como pensadores.
La sociedad se vació, se quedó nula, pues no estaba preparada (ahora tampoco) para esa avalancha de información con que es bombardeada por los medios masivos (sobre todo internet, la gran autopista de la información) al no estar cultural ni mentalmente capacitada para segmentarla, procesarla y acoplarla. El proceso es veloz, es decir, que todo entra por la vista, se acumula en el cerebro, dando paso a más y más información sin que esta sea analizada pues no hay tiempo y tampoco es necesario si nos ponemos a ver la calidad de información que los medios habituales suelen comunicar.
La cultura actual es la que hemos heredado aquella generación nacida en los años 80. Una juventud bastante arisca al razonamiento del entorno que le rodea, bastante escapista respecto a los asuntos de su comunidad, de su sociedad, llenos de un mutismo cerebral que pocas veces se ha visto en los períodos de mayor bonanza y frivolidad (como la “Belle Epoque” europea de pos guerra) como si un aletargamiento hubiese estado incubándose desde hacía décadas, desde hacía siglos.
¿Por qué? porque…….
Pregunto ¿por qué sucede esto a la juventud actual?
La respuesta es simple: la sociedad consumista que es la consecuencia más frívola y perniciosa de la sociedad de la información y la globalización desde el punto de vista del mercado. La primera es un instrumento de la segunda para ampliar su radio de acción, la industria cultural que ha fomentado los moldes para una nueva comunidad, cuyos valores depende ahora más que nunca del que tiene más, de la necesidad de gasto en cosas innecesarias, lo que, sin duda, ha modificado el estilo de vida de las personas, sobre todo de los jóvenes que son siempre el público al que la sociedad de consumo pretende captar; con ello la manera de racionalizar y entender las cosas minimizando estos actos a meras conjeturaciones del momento, quitando todo el aspecto reflexivo que implicaba el simple acto de pensar respecto a…..
En una cultura como aquella, el intelectual, en el sentido estricto de la palabra, ha perdido cabida. En tal, no resulta extraño que hoy por hoy existan muchos escritores con mucho que escribir pero con poco que decir, con historias simples, de la vida cotidiana sin nada trascendental, meras historias de niños pijos con ciertos clímax en sus vidas. Pero pensadores de nuestra generación, NO LOS HAY.
Existe la vieja guardia de intelectuales, los más jóvenes surgidos en los años 80, uno que otro en los 90 y el resto de décadas anteriores, una vez conocidos por medio mundo, ahora relegados a los círculos académicos, de intelectualones modernos o a los ávidos espacios universitarios.
Sin embargo, hay una especie rara a la que no se le puede llamar “intelectual” pero que hace el esfuerzo, mantiene el feeling, posee la pose y hasta se introduce en los gustos de la vieja guardia; lo le llamo “el Intelectual Grumoso”.
El “Intelectual Grumoso”
El Intelectual Grumoso es un tipo como pocos, habitan entre la juventud del siglo XXI, su mente se expande por las redes del conocimiento, es un de los que ha sabido utilizar lo que la tecnología le ha puesto a la mano, un sujeto con un espíritu ávido de conocimiento, un pensador de los nuevos tiempos.
Este tipo de intelectual ha marcado una considerable distancia del “mainstream” del conocimiento para ir por sus propios cauces en busca del conocimiento real, conocer los hechos que han acaecido en su sociedad, aquello que la han marcado, así como en el mundo. De gustos alejados de la cultura pop se muestra un conocedor de esto y aquello. Un conversador habilidoso, un expositor interesante, un debatidor vehemente, concienzudo. Un loco perteneciente a la minoría de uno.
Tiene todos los requisitos previos para ser considerado un verdadero “intelectual”, salvo uno. La capacidad de proponer y crear algo más allá de la voluminosa crítica de esto y aquello.
El Intelectual Grumoso sufre de la enfermedad del siglo XXI: la desidia, la apatía, el escapismo; y son estos elementos los que nublan e impiden desarrollar la capacidad reflexiva de estas personas.
Solo basta montar conversaciones para darse cuenta que crítica mordaz y lúcida es lo que abunda, lo que reluce, lo que impresiona y le hacen a uno sentirse como en aquellas tertulias de antaño donde la crema y nata de pensadores, artistas y literatos se reunían para tomar, conversar, debatir, polemizar.
Pero la desazón es grande cuando la capacidad de propuesta, soluciones, alternativas se esfuman, o mejor dicho no hacen su aparición rampante.
Dentro de los intelectuales grumosos se pueden diferenciar dos tipos:
El Consciente, aquél que posee conciencia social, la actitud crítica y la dialéctica de entender y racionalizar los problemas, los hechos, las implicancias de lo que sucede y sin embargo deja sus ideas para los relatos, para los manuscritos y nada más, incapaz de hacerlas realidad o plasmarlas en acciones concretas; El Escapista, aquél que tiene el conocimiento, el que señala, el que critica sin plantear nada, el que vive su mundo sumergido en lecturas, concentrado en saber más y más sin tener cuando o para qué usar dicho conocimiento.
¿Sin futuro?
Desde mi punto de vista, la generación actual, a la que el redactor de este post pertenece, no está en la capacidad de montar un cambio pues ha perdido la facultad para proponerlo. A lo mejor se puede esbozar un panorama más alentador, pero la enfermedad que padecemos nos condena, se hace crónica, deviene de fuerzas que saben como mantenernos aletargados, siempre bostezando; una pandemia no social, peor aún, GENERACIONAL.
Obviamente que dentro de este grupo, quien escribe es un “Intelectual Grumoso”
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