Pensando en deporte

sábado, 25 de junio de 2011


Asnos jugando a la pelota

Para muchos en mi país, pensar en deporte es pensar, automáticamente, en “football”, es como si el único deporte (perdón por la redundancia) que existiera fuera ese donde 11 monitos corren detrás de un balón, como si aquél llamado “deporte rey” fuera digno de ese orgullo nacional que otras disciplinas (CIERTO, EXISTEN OTROS DEPORTE EN EL PERÚ) si logran y merecen.

Creo que debe haber respeto total por quienes sean hinchas y seguidores del futbol pero, seamos, honestos, el balompié peruano (junto con el Congreso de la República, la Presidencia de la República, Tongo, la izquierda y Adammo – jajajaja -) es una de las vergüenzas del Perú, y eso, es decir, cualquiera con un poco de materia gris, podría verlo. Sin embargo ¿por qué este deporte, con el nivel tan mediocre, de poca competitividad, y con pocas esperanzas a corto y mediano plazo de remontar a mejores eras recibe tanta cobertura y apoyo de medios de comunicación, Estado y entidades públicas y privadas cuando existen deportistas de diversas ramas que han hecho de esta tierra potencias trayendo laureles, medallas y/o participaciones más que destacadas?

Quisiera pensar que esto del futbol es como la idiosincrasia del peruano del siglo XXI, una mentalidad conformista con lo mediocre, esperanzas de las probabilidades y suerte del azar más que de la férrea convicción y la tenaz preparación que se refleja en tantas otras disciplinas con mucho menos reconocimiento, infinito menos respaldo mediático y sin tan suculentos sueldos como el de nuestro mal afamados futbolistas lorchos. Supongo que en el caso del Perú se podría aplicar ese dicho de “cada pueblo tiene el gobernante que merece” sino también “el Perú tiene el futbol que merece”. Simple como eso.

Entre cosas mucho más interesantes

Pero, vamos, no es mi intención hablar de futbol, primero porque muchos podrán decir que no tengo autoridad para hacerlo, que es probable, y segundo, porque me aburre hablar de ello; mi verdadero objetivo es hablar acerca de aquello que la gran mayoría no toma o no tiene el privilegio de ver más allá de la pasión boba, de los grandes auspicios y sponsors, de la publicidad cara sin feedback en la realidad.

El deporte nacional nunca ha sido mediocre, eso es algo histórico, pero nunca como hoy existe una sensación real de que nuestro país es un semillero de atletas con potencial, de tallar internacional, verdaderos héroes que pueden ser ese impulso emocional que toda nación necesita para vitalizar su espíritu, su inconsciente colectivo. Y esto no lo digo por deportes que han tenido alguna mención destacada en los medios como el vóley que, gracias al esfuerzo y renovación de rostros, hoy aspira a ser un equipo de peso y consideración; así mismo el surf que cada día demuestra ser una disciplina que los peruanos dominamos cada vez más; esto se refiere también a deportes como el karate, como el taekwondo, la vela, la lucha amateur o el tenis de mesa, por nombrar algunos.

Una pequeña verdad del deporte nacional

Hay un despertar en el deporte que no solo hace viable de a pocos el hecho de ser deportista en un país tan sectario para todo como el Perú, sino también el deporte como industria, cosa que recién se encuentra en pañales pero que tiene mucho futuro. Está quedando claro que invertir en deporte, que apoyar el deporte, que masificar el deporte, que poner el billete en el deporte no es solo algo hermoso de hacer, sino también algo rentable. Que la figura del deportista está cambiando, cuando este se está convirtiendo no solo en un deportista sino en una voz de la nación, cosa que antes no se tenía muy consciente por el imaginario popular (mas si por el propio atleta)

En estos últimos años el deporte peruano ha sufrido una transformación no solo de la manera como se hace el deporte, sino también de cómo se gestiona el deporte, de cómo se apoya al deporte, de cómo se incentiva al deporte, de cómo se difunde el deporte, de cómo se piensa en deporte, de cómo se hace inversión positiva con el deporte. Es algo que no se puede negar, porque para reconocer esto se debe tener un criterio alejado de las inclinaciones políticas, porque el deporte es más que eso, el deporte trasciende todo ámbito y toda barrera social. Está demostrado que este une a las personas (así como la comida) diametralmente diferentes. Y eso es lo que necesitamos.

En ese sentido, a mi parecer, no se puede negar la labor eficiente, aunque aún insuficiente que ha venido realizando el Instituto Peruano del Deporte en estos últimos tiempos quien ha sido uno de los artífices de la nueva manera de ver, pensar y hacer deporte. Así mismo, la empresa privada ha dejado de lado su habitual auspicio al deporte mediocre para darles cabida a otros que si consiguen logros. Ya lo vemos en el vóley, en el surf, y por allí también en el tenis de mesa. Del mismo modo, la difusión ha mejorado considerablemente, aunque es algo que aún queda pequeño pues el futbol sigue copando el 80 por ciento de noticias relacionadas al deporte, pero hubo avances, ahora hay espacio para muchas otras disciplinas, aunque sea en espacios reducidos, pero allí está y eso es una muestra que la mentalidad ha cambiado y la tendencia, en este sentido, parece ir en aumento y esperemos sea así.

Lo que resta por hacer

Sin embargo, aún sigue siendo difícil ser deportista en este país, aún parece tan iluso serlo como aquél que decide estudiar filosofía, historia o literatura, sobre todo si se proviene de un entorno no tan privilegiado en recursos económicos, como es el caso de gran parte de los atletas nacionales que provienen de estratos sociales poco beneficiados económicamente. Sigue siendo una utopía que un deportista quiera vivir del deporte, haciendo deporte y, una vez culminado su ciclo, se retire con una pensión como cualquier trabajador que ya se jubila, como si sucede en los países donde el deportista es considerado como una parte importante de la sociedad. Las medallas y logros no se consiguen del respeto y los buenos deseos: no puede ser posible que hayan federaciones que tengas los implementos mínimo necesarios para que se pueda entrenar, o que otras federaciones no cumplan con sistemas de salubridad indispensables y que, para colmo de males, otras no cuenten con local propio e incluso muchas ni siquiera posean uno alquilado. Puesto esto implica no solo el nivel técnico, es decir, el entrenamiento, la preparación física y las competencias, también tiene que ver con el entorno, qué motivación podemos pedirle a un muchacho que recién empieza si en su federación, en su entorno deportivo no hay lo básico para hacerse como deportista, el aspecto psicológico que es fundamental en el rendimiento y decisión de un deportista de seguir o no en lo que le gusta, el tema salud que es importante y vital si queremos un rendimiento óptimo y parejo.

De esta manera ¿Cómo se pueden esperar buenos resultados? ¿Cómo podemos alentar a las nuevas generaciones a que se animen a hacer deporte, a vivir el deporte, no solo a un mero pasatiempo de ratos libres? Es una tarea que aún está pendiente, una responsabilidad conjunta que viene de la mano del Estado, la empresa privada y la sociedad civil en su conjunto.

Un deportista es un país entero

Muchos gobiernos, muchos políticos han visto al deporte con desprecio, con desdén, lo han ninguneado, o solo se han acercado a él para granjearse réditos políticos y en los actos han sobresalido por no hacer nada o, simplemente, estropear más las cosas de lo que ya estaban. Pero tengo la impresión que eso ha cambiado, y hoy podemos ver algunos frutos de ellos, esperemos y tengo fe que el nuevo gobierno electo tenga mucho más empuje y decisión de apostar por el deporte, que entienda que los programas sociales están bien, que darle un rostro humano a la economía está más que excelente, que la inclusión es aplaudido por todos y que, al mismo tiempo, tenga una mentalidad de avanzada que vea en el deporte el alma del país, en cada deportista a los 30 millones de peruanos deseosos de sentirse orgullosos de su patria, que solo con el apoyo y con los equipamientos, personas y decisión política nuestros muchachos pueden ser mucho más de lo que son ahora con el poco apoyo (pero importante, vale decirlo) que merecen de los actores antes mencionados, porque es muy cierto que no hay un ser humano más nacionalista que un deportista cuando se encuentra en el podio y siente el orgullo de haber triunfado no solo para beneficio propio, sino porque es él quien, en ese instante es todo el país, todos los hombres y mujeres que conforman esta nación, que en ese instante, cuando reciben la medalla, cuando le otorgan los laureles, cuando alza un trofeo con el rostro lleno de felicidad y lágrimas en los ojos es TODO EL PERÚ.

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